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JESUS ALVAREZ ARROYO 1 3 9 dad, aunque pienso que nunca se arribará por él a desenvolver la in­ tima naturaleza de las cosas» 5S. De modo que queda claro el escepticismo fisico. Se refiere a un de­ terminado tipo de ciencia y una determinada forma de conocimiento. Frente a la forma de conocimiento racional puro, especulativo, está el método experimental que ciertamente nos conduce con dificultad; pero precisamente esa dificultad se debe al mismo carácter de la in­ vestigación de las intimidades de la naturaleza. La naturaleza de vez en cuanto nos sorprende con monstruosidades que revelan esta esqui­ vez tan suya. Por esto, dice a un corresponsal suyo: «...Me confirma el miedo que mucho tiempo ha empezó a congojar­ me, de que la naturaleza burle siempre todos los conatos de nuestra filosofía. Varias reflexiones me introdujeron este temor en el alma, el cual sucesivamente va creciendo. De modo que se me hace muy ve­ rosímil, que llegue a tocar la raya de la desesperación. Muchos siglos ha que los hombres andan inquiriendo las causas de los efectos natu­ rales; y muchos siglos ha, que la naturaleza se obstina en mostrar­ les sólo los efectos, escondiendo las causas» 5é. Algunos han creído ver la imposibilidad de lograr una ciencia de la naturaleza por el hecho de que se trata de cosas singulares, siendo la ciencia un conocimiento que se define por su carácter de necesidad lógica y validez universal: es decir, por su carácter abstracto, tal como lo entendió Aristóteles y los escolásticos. Feijoo no admite esta razón de algunos escépticos. No; porque es posible la abstracción, es posible prescindir de la singularidad, quedándonos con lo que es general y común, dejando intacto el contenido de lo real. La razón de que no haya una filosofía de la naturaleza que pueda pasar por una ciencia estrictamene tal, está en que la filosofía se mueve en un plano que no está siquiera en el plano de los conceptos genéricos y específicos. Es decir se mueve en puras nebulosidades 57. Por cierto que en el cultivo de la filosofía de la naturaleza, se ad­ vierte según Feijoo, una falta de sinceridad muy notable. «Esta falta de ingenuidad y de veracidad, tiene, como dije, llenos de infinita fajina inútil los libros y las facultades, especialmente la filosofía. Cualquiera cuestión física que se proponga, apenas hay pro­ fesor que, aunque en su interior esté perplejo, no resuelva asertiva­ mente por una, o por otra parte, que está bien asegurado de lo que dice. Después, aunque no encuentre razón probativa que le cuadre, no 55. Ib., pp. 352. 56. Cartas Eruditas, t. 3. Carta 30, p. 327. 57. C fr. Teatro Critico, t. 3. Disc. 13, pp. 355 ss.

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