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JESUS ALVAREZ ARROYO 1 3 3 Este es mecanicista, y la explicación mecanicista se adapta mejor a la investigación de la naturaleza. No admite la duda metódica cartesiana. No porque advierta una falta de método, y un contrasentido para el sistema que intenta le­ vantar Descartes; la mira desde la perspectiva religiosa. Y entonces es natural que la duda sea rechazada. Pero se la rechaza desde este ho­ rizonte, más como ilegítima que como impasible. Otra vez, podemos afirmar que Feijoo mira el sistema desde fuera, sin que se haga car­ go de la angustia cartesiana ante el error, y se pretenda salir de una situación de inseguridad por la prueba del fuego 35. Feijoo reconoce a Descartes una eficacia en el método de pensar. Y en esto van de acuerdo el sabio benedictino y el filósofo francés. Descartes que partía de la repartición más bien igual de los ingenios, daba una importancia decisiva al método: lo que verdaderamente im­ portaba era ir bien dirigido, porque así será posible llegar muy lejos. En el uso de la razón es donde radica la fuente de desigualdad del ren­ dimiento intelectual entre los hombres. Pues bien; esta eficacia, se la reconoce Feijoo al método cartesiano: logra disciplinar el entendi­ miento, con sus reglas simples de orden, de división, de síntesis... «Con todo —nos dice Feijoo— aunque Descartes en algunas cosas discurrió mal, enseñó a innumerables filósofos a discurrir bien. Abrió senda legítima al discurso; es verdad que dejando algunos tropiezos en ella, pero tropiezos que se pueden evitar o remover. Con menos in­ genio que Descartes, se hacen mejores filósofos que Descartes; con menos ingenio, si, pero con más circunspección» 36. 2. De la filosofía continental, pasem os a la filosofía inglesa. Es notorio el carácter empírico, de aferramiento a la experiencia, que va unido al ingenio inglés. Feijoo no escatima entusiasmos, al exponernos el modo de ser de los ingleses. Son ejemplares, a su parecer, por la sinceridad con que proceden en la investigación de las ciencias. «En los filósofos ingleses he visto una sencilla explicación y una franca narrativa de lo que han experimentado, desnuda de todo arti­ ficio, que no es tan frecuente en los de otras naciones. Señaladamen­ te en Bacon, en Boyle, en el caballero Newton, y en el médico Syden- ham, agrada el ver cuán sin jactancia dicen lo que saben; y cuán sin rubor confiesan lo que ignoran. Este es carácter de ingenios sublimes. 35. Cfr. Teatro Crítico, t. 2. Disc. 1, p. 23. 36. Cartas Eruditas, t. 2. Ca.rta 16, pp. 248-249.

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