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JESUS ALVAREZ ARROYO 13 i sistemas concuerdan en excluir de los compuestos naturales (a la reserva sola del hombre) toda forma substancial y accidental entita- tivamente distinta de la materia. Todos tres, aunque por distintos rumbos, conspiran a componerlo todo con las partículas de la materia variamente combinadas y movidas. De aquí es que, aunque comúnmente sólo suena como adicto pecu­ liarmente al sistema cartesiano el grave inconveniente de constituir a las bestias máquinas inanimadas, bien mirado, tanto el de Gasendo, como el de Maignan, vienen a incidir en el mismo» 32. Es curioso observar la importancia que cobra en Feijoo el que los sistemas modernos atribuyan a los animales la estricta condición de puras máquinas. Parece que hacer hincapié en algo tan secundario, no tiene razón de ser en una crítica serena, equilibrada. ¡Si todo lo demás tuviera una exacta explicación, ¿qué importaría que no hu­ biese una explicación clara para este hecho? De todos modos, no po­ demos ignorar nunca el motivo de la obra de Feijoo: aleccionar al pueblo. Y al pueblo se le alecciona con lo inmediato, con la verdad que tiene a la mano. Y por otra parte, un hecho que no se explica en filosofía, es lo bastante fuerte, en su presencia dentro del sistema, para echarlo a pique. La filosofía tiene una pretensión de explicar la tota­ lidad de lo real, y un fallo en esta pretensión equivale a olvidar su propia razón de ser, y rebajarse a un orden en que no puede desarro­ llarse de modo alguno. Para proceder con orden en este punto, y a la vez, para conseguir una visión exacta, en medio de lo rápida que por necesidad ha de ser, vamos a fijarnos por separado ahora en los diversos sistemas. Empe­ cemos por el que hoy por hoy, después del remanso de las aguas de la historia, pasa por el más importante. 1. El cartesianismo. No deja de llamarnos la atención el juicio que Feijoo tenía de la filosofía cartesiana. Es verdad que más de una vez se deshace en elo­ gios del filósofo francés. De todos modos, midiendo su distancia res­ pecto a los dos filósofos Gassendi y Descartes, nos dice claramente; aunque de un modo incidental: «Gasendo fue dotado de nobilísimo y clarísimo entendimiento. Apenas hay hombre sabio que no le colme de altísimos elogios... El docto jesuíta Renato Rapin dice que nadie puede alabar bastantemen­ te a Gasendo, y que ningún filósofo de la antigüedad escribió con tan- 32. Ib., pp. 354-355.

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