PS_NyG_1966v013n001p0113_0154

130 FEIJÓO Y LA FILOSOFIA sa. Lo que sé, es que Dios plantó el árbol de la ciencia, no en la rús­ tica aspereza de una montaña, sino en la florida amenidad de un pa­ raíso; y que Judith en un cuerpo hermosísimo encerraba un espíritu extremadamente valiente» 30 Con esto que hemos indicado, fiándonos de las palabras del Padre Maestro, podemos dar por terminada esta revisión de actitudes y de motivos que a los escolásticos contemporáneos de Feijoo les llevaba a obrar de un modo cerrado y obtuso. Con ello queda bien patente la repulsa, el no claro que Feijoo da a esta filosofía inmovilista, al mismo tiempo que, con el testimonio que hemos aducido sobre el Curso filo­ sófico del P. Losada, nos hace ya entrever su ideal de filosofía acadé­ mica, oficial; de la filosofía que debía cumplir la función de abrir los caminos hacia la realidad viva, y no sólo a un mundo de palabras huecas, de conceptos vacíos. Tanto más peligroso, cuanto su carácter puramnete lógico, coherente, hacía creer a los que se entregaban a él que el mundo estaba en sus manos. Es el gran riesgo de la filosofía sistemática, porque el dar una imagen del mundo, el hacérnoslo ver en su totalidad, es una de las aspiraciones más entrañables de la fi­ losofía. b) Filosofía moderna. «Así yo, ciudadano libre de la república literaria, ni esclavo de Aris­ tóteles, ni aliado de sus enemigos, escucharé siempre con preferencia a toda autoridad probada, lo que me dictaren la experiencia y la razón» 31. Con esta valiente declaración programática, nos expone Feijoo su actitud frente a la filosofía aristotélica, y la otra. Si cabe podemos decir que, si Feijoo no se siente esclavo de Aristóteles, se siente segui­ dor del Estagirita. Lo único que achaca al sistema aristotélico es su incompleción; por lo demás como sistema tiene una validez superior a la que ofrecen las nuevas filosofías. No se ve en él fallos claros, como acontece en los modernos. Hablando de ellos en conjunto (fijándose principalmente en Descartes, Gassendi, Maignan), nos advierte con decisión: «...Declaro que no me conformo, ni conformaré jamás con alguno de los sistemas modernos, porque en todos (aun separadas las especia­ les dificultades que en varias partes he propuesto contra el cartesiano) encuentro un grande escollo, y a mi parecer inevitable. Todos tres 30. Ib., p. 366. 31. Ib. Discurso 13, pp. 355-356.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz