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1 2 8 FEIJ0Ó y LA FILOSOFIA a) Otro de los motivos que llevan a los escolásticos españoles a mantenerse en sus posiciones de siempre, es «un celo, pío sí, pero in discreto y mal fundado: un vano temor de que las doctrinas nuevas en filosofía traigan algún perjuicio a la religión» 24. Tocamos el punto más delicado: aquél que ha tenido al alma es pañola en vilo durante siglos. La preocupación por la ortodoxia es constante preocupación y dice mucho en favor del amor a la verdad auténtica. Pero también en este celo puede mezclarse la indiscreción y una obsesión esterilizadora. Es el punto que toca a la labor vigilante de la Inquisición, y sin duda alguna Feijoo mide las palabras. Pero sigue manteniendo su abertura frente a las nuevas corrientes. Los peligros que se advierten de antemano y que retienen a la es colástica oficial puramente a la defensiva son de dos clases bien di ferentes, aunque muy estrechamente unidas entre sí: pueden venir los errores de fuera, y puede acontecer «que haciéndose los españoles a la libertad con que discurren los extranjeros (v. gr., los franceses) en las cosas naturales, pueden ir soltando la rienda para razonar con la misma en las sobrenaturales» 25. La respuesta de Feijoo, por lo comedida y a la vez por lo expresiva que resulta de la situación que él vivía, merece la pena que la trans cribamos en los puntos más salientes. «En niguna parte, menos que en España, se puede temer ese daño, por la vigilancia del Santo Tribunal, no sólo en cortar tempestiva mente las ramas y el tronco, pero aún en extirpar las más hondas raí ces del error. Doy que sea un remedio precautorio contra el error nocivo cerrar la puerta a toda doctrina nueva. Pero es un medio, sobre no necesario, muy violento. Es poner el alma en una durísima esclavitud. Es atar la razón humana con una cadena muy corta. Es poner en estrecha cárcel a un entendimiento inocente, sólo por evitar una contingencia remota de que cometa algunas travesuras en adelante» 26. Sobre el Tribunal de la Inquisición, Feijoo no puede ser más explí cito. En este aspecto nuestro benedictino fue un privilegiado, por la protección oficial de que gozaba su persona, por su prestigio indiscu- tido, y porque le tocó en suerte vivir unos tiempos en que la Inquisi ción ya no ejercía el poder como otras veces. De todos modos, Feijoo sintió su peso, como lo da a entender en una de sus cartas 27. 24. Ib., p. 251. 25. Ib. 26. Ib., pp. 251-252. 27. Cfr. Carta del 17 de octubre de 1727, del P. F eijoo a D. Pedro de Peón, pu blicada en la obra de Marañón, Las ideas biológicas del P. Feijoo, Madrid 1934, pp. 38-39.
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