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126 FEIJÒO Y LA FILOSOFIA a) En la actitud de los escolásticos, influye mucho el status de profesor que muchos de ellos poseen. ¿Por qué decimos esto? Es una razón muy sencilla, según Feijoo. «Hay una especie de ignorantes perdurables, precisados a saber siempre poco, no por otra razón, sino porque piensan que no hay más que saber que aquello poco que saben. Habrá visto V. Md. más de cua­ tro, como yo he visto más de treinta, que sin tener el entendimiento adornado más que de aquella lógica y metafisica que se enseña en nuestras escuelas (no hablo aquí de la teología, porque para el asunto presente no es el del caso) viven tan satisfechos de su saber como si poseyeran toda la enciclopedia. Basta nombrar la nueva filosofía, para conmover a éstos el estómago. Apenas pueden oír sin mofa y carca­ jada el nombre de Descartes» M. b) La segunda causa de un conservadurismo a ultranza dentro de la más rígida escolástica está, según Feijoo, «en la preocupación que reina en España contra toda novedad». ¡Y cómo aparece aquí retra­ tada ima de las fibras más presentes en el alma española ! La audacia no es una de las características que definan la actividad intelectual, en España, fuera de muy contados casos. Feijoo arguye desde esta misma preocupación, contra esta forma de pensar : «Mas sea norabuena sospechosa toda novedad. A nadie se condena por meras sospechas. Conque estos escolásticos nunca se pueden es­ capar de ser injustos. La sospecha induce al examen, no a la decisión; esto en todo género de materias, exceptuando sólo la de la fe, donde la sospecha objetiva es odiosa, y como tal damnable» 21. Unas líneas más arriba Feijoo nos descubre la raíz de esta descon­ fianza ante toda novedad en materia de ciencia. Nace de una visión sub specie Dei de toda realidad. Nace de una lamentable confusión del plano de lo teológico con el plano de lo humano. En el alma de estos escolásticos se da, de hecho, esta confusión, y tal vez es un rasgo esencial de nuestro espíritu peculiar —este espíritu español que por su misma condición congènita está elevado sobre lo puramente sen­ sible, y así está capacitado como ninguno para la mística— ; tal vez por esto la preocupación por lo divino le impide ver las cosas humanas en su propia luz, en su escueta perspectiva terrena. Hay un disparo inevitable hacia el plano teológico. De ahí que la visión suspicaz de nuestros escolásticos tenga mucho de perdonable, a pesar de todo. c) Para los escolásticos de mejor temple, la filosofía moderna no 20. Ib. Carta 16, p. 242. 21. Ib., p. 244.

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