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B E R N A R D IN O DE ARM ELLAD A 2 9 te controlable, de un modo concretísimo; y la ley de lo vivido, que, sin poseer un núcleo intangible de proposiciones, sin ser un libro contado de memoria, da fuerza y sentido a las palabras escritas, que serían muertas de por sí. El tema de la Tradición sigue siendo actual, sobre todo en la teo­ logía ecuménica. Quedan abiertos a la investigación muchos proble­ mas a los que ni siquiera hemos aludido. El concepto de Tradición ha de mantener la linea media entre un historismo raquítico y un pro­ gresismo sin control, amparado en una hermenéutica que todo lo «mi- tologiza» para poder «desmitologizarlo» todo. El Concilio Vaticano II deseaba, ante todo, servir a la causa del mensaje evangélico presentando la formulación de su contenido in­ mutable de un modo más adaptado a las circunstancias de nuestro mundo. Al querer decir algo sobre la Tradición, no era fácil mantener su pretendida neutralidad frente a las diversas corrientes de la teo­ logía católica y ofrecer, al mismo tiempo, una contribución positiva en sus orientaciones. Esto último creemos haber demostrado que lo consiguió Y nos parece, además, que lo consiguió a base de una concepción dinámico-vital de la revelación y su transmisión. No afir­ mamos, sin embargo, que en la Constitución «Dei Verbum» se cano­ nicen o se excluyan definitivamente las pretensiones fundamentales de los teólogos católicos descritas al principio de nuestro trabajo. B e r n a r d i n o d e A r m e l l a d a , O. F. M. C a p . Teologado de PP. Capuchinos - León. 83. L a Constitución «D e i Verbum », al no precisar la distinción entre el aspecto sistemático y el criteriológico o cognoscitivo, no dism inuye la importancia de la Trad ición n i corre el riesgo de favorecer así la opinión de la tradición interpretativa, como temió algún Padre conciliar (cf. Concilio Ecuménico Vaticano II. Ufficio Stampa. Comunicado n. 12, 30-9-1964, p. 1). Pues si la Trad ición es puesta de relieve en su función dinám ico-vital, los demás aspectos posibles quedan sencilla­ mente silenciados, no infravalorados.