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B E R N A R D IN O DE A RM ELLAD A 25 bién parece quedar desautorizada la tendencia a confundir la Tradi­ ción activa con el Magisterio. Y concluye el capítulo II de la Constitución: «Es evidente, por tanto, que la Sagrada Tradición, la Sagrada Escritura y el Magisterio de la Iglesia, según el designio sapientísimo de Dios, están entrela­ zados y unidos de tal forma que no tienen consistencia el uno sin los otros, y que juntos, cada uno a su modo, bajo la acción del Espíritu Santo, contribuyen eficazmente a la salvación de las almas» 67. El Concilio no comprende que se pueda alardear de libertad venta­ josa frente a la Palabra de Dios cuando se excluyen la Tradición y el Magisterio. La mejor dirección para la libertad humana se cifra en el poder de entender y actuar el propio destino transcendente. Pero tal destino se halla únicamente posibilitado en la linea de una llama­ da de Dios que se hace perceptible en Cristo y que resuena en la Tradición viva y en la palabra inspirada de la Escritura. Esto sucede dentro de un marco preciso: la Iglesia. Su Magisterio, único presen­ tador autorizado del mensaje divino, es el que realmente libera a los hombres de una actitud arbitraria, aislada y expuesta a errores frente al Evangelio. De modo análogo sería absurdo creer que la sociedad esclaviza la vida con sus instituciones fundamentales. Más bien, libe­ ra al individuo de sus limitaciones y le presenta la totalidad de un ambiente nuevo, un servicio que le perfecciona al ofrecerle recursos que el individuo aislado nunca podría extraer de las cosas. III. PERSPECTIVAS Y ORIENTACIONES A modo de reflexión conclusiva, hemos de señalar dos caracterís­ ticas del documento conciliar en orden a precisar su mente acerca de la Tradición: un concepto de revelación como suceso salvífico —aper­ tura y comunicación amorosa y personal de Dios en Cristo— , y una concepción evolutiva de la transmisión del mensaje dentro de leyes de historia humana. Con esto se verifica un avance sobre posiciones que veían el depó­ sito de la revelación (con espíritu un tanto nominalista) como un re­ cuento de dogmas y preceptos inmutablemente fijados. Consecuente­ mente, la transmisión de la revelación (=Tradición) habría de ajus­ tarse al estrecho molde de una comunicación mecánica de esa suma de proposiciones. Todos reconocen, es verdad, que el resultado de la acción salvadora 67. DR , n. 10.

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