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A L E J A N D R O D E V IL L A L M O N T E 321 agotaron nuestras fuerzas humanas y en la frontera de nuestras po sibilidades, sino que aprendamos a descubrirlo siempre presente en medio de las realidades «seculares» y de los hombres con quienes tra tamos (p. 55). Una breve intervención de Ru th Róbinson, la esposa de John, tiene el interés de fijar la atención sobre la importancia de aplicar las ideas del ’’H on est to G od ” a la educación religiosa, para lograr una sólida formación de los hijos (pp. 58-64). El filósofo ateo Alaisdair M a cln tyre tacha a Robinson de ateo, si bien sea un ateo muy conservador (pp. 64-65). Robinson sería víctima de la tendencia de otros muchos, que encubren un sustancial ateísmo de fondo con la utilización de un lenguaje cristiano (p. 65). A. M a cln tyre deja traslucir la sospecha de si «no sólo Robinson, sino toda la actúa teología protestante no será esencialmente atea» (p. 66). Según explica Maclntyre, ni K. Barth, ni Bultmann, podrían evitar lógica mente el ateísmo (pp. 66-67). El triunfo que sobre él logra Tillich se ría puramente verbal (pp. 67-68). Muy aguda es la observación de Maclntyre y el problema que plantea a la «ortodoxia» protestante cuya afirmación de que solo la fe conoce a Dios, implicaría a impo sibilidad de hablar al hombre que no cree y que no tiene más que medios naturales para captar la realidad (p. 70). Naturalmente, Robinson rechaza la acusación de ateísmo (pp. 74- 78). Si bien la distinción que establece entre un ateo y uno que cree en Dios está demasiado ligada a la peculiar filiación ideológica de Robinson y no convencerá a muchos (p. 77). Los holandeses que se hacen in terven ir en la discusión (pp. 79- 103) valoran positivamente el libro de Robinson, aunque reconozcan sus limitaciones. A. H. E. van H engel desearía que el problema plan teado en torno a Dios se extendiese a otros objetos religiosos y otros contenidos de la fe cristiana. J. Sperna Weiland nota algunas defi ciencias de Robinson en la interpretación de Bonhoeffer y Tillich. También hay que tener en cuenta que Robinson no quiere hablar con el tecnicismo de un teólogo profesional. Esta precisión se echa de me nos con frecuencia. La presentación que Robinson hace de «teísmo» es muy deficiente (p. 86). De todos modos, hay que aceptar el proble ma que nos propone Robinson sobre la forma de presentar el Mensa je. J. Sperna Weiland habla de los diversos «Sprachfeld» en que de bería proponerse la doctrina cristiana. Ed. la necesidad de propo nerla según las diversas mentalidades, los diversos niveles cultura les, en diversas formas de pensar y de decir (p. 93 s.). Voces alemanas en el diálogo (pp. 104-224). Como es natural el editor alemán les concede mucho mayor espacio para intervenir en la discusión en torno al ’’H on est to G od ” .
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