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320 «H O N E S T T O G O D » , U N L IB R O R E S O N A N T E de toda otra naturaleza. El problema sobre Dios es la pregunta sobre si el «fundamento de nuestro ser» que percibimos en nuestra íntima experiencia, es un «Ser gracioso»: la gracia de Jesucristo, la caridad del Padre y la comunicación del Espíritu respondiendo a la situación existencial del hombre (p. 47, 46). «Lo que me interesa únicamente es la revelación de Dios como un amor dinámico y personal, según testifica la Escritura» (p. 47). Los autores del NT. expresaron esta idea germinal en las categorías mentales que tenían a su alcance. Pero, estamos ahora ante el problema de saber si, manteniendo Inconta minado aquel contenido germinal, no podríamos expresarlo en otras categorías mentales distintas de las del naturalismo y «supranatura- lismo» a las que son refrectarios los hombres de hoy (p. 48). Otra de las exigencias del hombres «secularizado», cientificista de la actualidad es la «desmitologización». Ya es conocida la tarea dis- mitologizante de la escuela de Bultmann respecto al NT. Habría que extenderla a todo el contenido de la fe cristiana, comenzando por la idea de Dios. No se opone Robinson a la utilización de mitos como medios para expresar lo suprasensisble. Pero, el hombre acostumbra do a las ciencias exactas, positivas, experimentales, necesita con ur gencia que se desglose lo mítico de lo exactamente histórico o cien tífico. Esto tiene especial importancia en las narraciones evangélicas. Robinson acepta en principio la tendencia desmitologizante de Bult mann; si bien es más conservador en lo referente a los datos histó ricos de los Evangelios (pp. 48-52). Finalmente, Robinson intenta explicar el siempre impreciso con cepto de «religión» que implica la frase de Bonhoeffer «cristiano sin religión». Su mismo autor nunca llegó a explicarla del todo. Esta aco metida de Bonhoeffer contra lo que en español tal vez llamaríamos «religionismo», es una idea especialmente cara a Robinson, nueva y audaz (p. 55). La "fo rm a m en tís” del hombre secular de nuestros días estaría al lado de los que rechazan este «religionismo»: la tendencia tan arrigada en el hombre a presentar la ciencia, la política, la ética, los anhelos más hondos del corazón como carentes de respuesta has ta que no se la encontraba en Dios. Como si Dios fuese un «tapa- huecos-Lückenbüsser» de todas las deficiencias en la más varia ac tividad humana, de sus fracasos. El hombre actual soporta con dis gusto el que se le venga a decir que toda su ciencia y progreso, en los diversos sectores, va a venir por tierra si no se apela a Dios continua mente (pp. 54-55). Bonhoeffer se atrevió a hablar de la adultez o ma durez espiritual del hombre actual que Dios reconoce y acepta gus toso «para damos a entender que debemos vivir como quien sabe ya defenderse en la vida sin Dios, sin andarle metiendo a cada paso en nuestro mundo» (p. 55). Y que no le busquemos a Dios cuando se
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