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A L E J A N D R O DE V IL L A L M O N T E 317 to, nuestro trato con El en la vida litúrgica y en la oración tiene que realizarse en el recinto de este mundo. Si, en terminología co rriente no robinsoniana, hablamos de religiosidad, se trata de susti tuir la religiosidad «religionista» de que habla Bonhoeffer, por una religiosidad «secular»: ultramundana e intraterrena. La nueva orien tación se percibe en el acto religioso por excelencia, la oración. Co rrientemente describimos la oración como un «retirarse» del mundo y de los hombres, para entrar en contacto con Dios: retiro, concen tración, apartamiento, incluso abandono del mundo y sus problemas. El nuevo concepto de Dios en lo profundo de cada ser y de cada hom bre, nos hará ver la necesidad de concebir la oración, ante todo, co mo entrega y servicio al hombre y a las realidades ultramundanas. Porque a la luz del nuevo concepto de un Dios que llamaríamos «inhu- manado» y de Cristo como «hombre para los otros», ya no tiene razón de ser la distinción entre sagrado y profano en sentido tradicional. 6. La nueva moral (pp. 109-125; 105-121). La moral y comportamiento cristiano siempre han estado en in tima relación el concepto de Dios. No se podía hacer una profunda revolución en el concepto de Dios y de su trascendencia, sin que la moral fuese también afectada; ya que sobre la base del concepto «supranaturalista» y «religioso» de Dios se elevó un sistema moral que ahora convendría revisar a fondo. Dos aspectos de la moral tradicional deberían, a juicio de Robin- son, ser sometidos a revisión. El «supranaturalismo» teológico se re flejó en la moral regida por principios objetivamente válidos y uni versales, en la designación de ciertas acciones como buenas o malas «siempre y en todas partes». Este objetivismo metafísico de la moral cristiana no tendría apoyo en el N. T. (pp. 114-120; 110-116). En se gundo lugar habría que declarar poco cristiano el «legalismo» que quiere encerrar en normas ñjas, en mandamientos minuciosos e ina cabables el comportamiento cristiano, que no está sujeto sino a la «única ley del amor» al prójimo. Como los dos de Emaus, descubrire mos a Cristo haciendo el camino en, con y en tre nuestros prójimos y partiendo el pan con ellos (pp. 125; 121). Robinson cree que esta «mo ral del amor» entendida con finura intelectual, evita el relativismo moral y el fácil laxismo en el comportamiento cristiano en forma sa tisfactoria. Este resumen del libro de Robinson forzosamente ha tenido que presentar las ideas del A. en frases tajantes y poco matizadas. El
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