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316 «H O N E S T T O G O D » , U N L IB R O R E S O N A N T E En esta misma dirección encontramos la reacción de Bonhoeffer contra la «religión»: La tendencia a buscar a Dios retirándose del mundo y del hombre. Y cuando se le necesita traerle arreglar «ma- quinalmente» los desperfectos del hombre y de las cosas. El nuevo concepto de Dios viene a decirnos que la última perfección de la vida humana está en la entrega al otro, no individual sino comunitario. Tal seria el sentido más hondo del Dios que la fe cristiana nos pre­ senta como Padre, Hijo y Espíritu Santo (pp. 69 s.; 63). 4. Cristo, el Hombre para los otros (pp. 71-88; 64-83). A base de esta dirección absorbentemente «horizontal» que ha to­ mado la concepción robinsoniana de Dios, se quiere interpretar tam­ bién el ser divino-humano de Jesús. Las narraciones evangélicas es­ tán llenas de elementos míticos (que no es lo mismo que falsos), valiosos mientras no se quiera hacer de ellos expresión científica de la realidad (pp. 74 s.; 67 s.). Pero, también aquí debemos realizar la misma depuración de elementos «supranaturalistas-míticos-religio- sos», como se hizo en la idea de Dios. Cristo en el N. T. es la revela­ ción de Dios. Pero no traslademos esta creencia radical a formas de expresión ya fenecidas y carentes de sentido. Siguiendo una idea cara a Bonhoeffer, Cristo tiene que ser presentado como «el hombre para los otros». En la misma medida en que lo veamos así, lo vere­ mos como el «Emanuel-Dios con nosotros». Para el hombre «adulto» de nuestros días, Dios ya no tiene sentido en su función de dar «sa­ tisfacción» a las necesidades más hondas del corazón humano. Dios se presenta en el perfecto desposeimiento de sí mismo, se anonada (kenosis) a fin de ser todo para el hombre. Y Cristo es la perfecta revelación de esta forma de ver a Dios en el desposeimiento de sí mismo a favor del hombre. En Cristo es donde este Mensaje cristiano sobre Dios logra su perfecta trasparencia. Dios y Cristo se ocultan del todo, para dejar que nos fijemos y atendamos al hombre. Como dice Mt. 25 en la narración del juicio, Dios valora las conductas hu­ manas por referencia al hombre tras el cual El está voluntariamente metamorfoseado y de incógnito: la forma más densa de verificar el misterio de la Cruz (pp. 87; 82). Nuestra «religión» nos inclinaría a re­ tirarnos del mundo hacia Dios. Pero Dios nos da cita consigo sólo en la entrega a los hombres y en las cosas. 5. La santidad secular (pp. 89-108; 84-104). Con esta última idea entramos ya en un problema más concreto: el de la espiritualidad y santidad. Descendido Dios al mundo en Cris

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