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A L E J A N D R O D E V IL L A L M O N T E 31 5 2. Superación del teísm o (pp. 38-51; 29-44). El primer paso en esta revisión de los conceptos básicos de nues tra creencia sería la superación definitiva de la imagen de Dios que nos ofrece el teísmo tradicional. El teísmo entiende a Dios como un ser personal distinto del mundo, «fuera y sobre el mundo» en sentido metafísico; «fuera y sobre» un mundo al que El habría dado ser como obra de su inteligencia y voluntad (pp. 38 s., 29 s.). Desde luego no es admisible la interpretación «deísta» de las relaciones del mundo con Dios. Pero, también el teísmo debe ser superado como inadaptado a nuestro tiempo. El Dios del teísmo arrastra tres defectos que le hacen incomprensible para el hombre actual: «supra-naturalismo», el «mi- tologismo» y el «religionismo», según han demostrado Tillich, Bult- man y Bonhoeffer, respectivamente. Robinson piensa que el Dios de la fe cristiana no se identifica con el Dios del teísmo tal como se vie­ ne profesando (pp. 48; 41). La trascendencia de Dios hay que buscarla en una dirección distinta a la seguida por el teísmo de la tradición cristiana. 3. Hacia el fondo de nuestro ser (pp. 52-70; 45-63). Robinson encuentra una vía de acceso del hombre «secular» a la idea de Dios en la concepción de Tillich, que invita a puscar a Dios en dirección de la profundidad: Dios no está «fuera, o sobre, más allá de » el mundo, del hombre y de las cosas. Dios está en la última hon­ dura de cada ser. Es El esta misma hondura suprema. La pregunta sobre Dios coincide con la pregunta sobre si nuestro ser y todo ser tiene una religación absolutamente última (pp. 54; 47). Trasladado esto al lenguaje teológico, según R., querría decir que la realidad, en última instancia, es personal y, en forma más concreta, Dios es amor en Cristo nuestro Señor (pp. 56; 49-50). Según esta idea hay que rectificar las relaciones Dios-hombre. Un poco en el sentido que pedían, en forma extremosa, Fuerbach y Marx: No trasferir las cualidades y el ser humano entero hacia Dios, subli­ mándolo y haciendo de la antropología una teología trascendente. Ahora habría que lograr el «descendimiento» de lo divino a la tierra. Dios es la última consistencia de cada cosa. Especialmente Dios sería el Tu absoluto de las relaciones interhumanas (pp. 60; 53). No se trata sólo de sustituir lo «alto» por lo «hondo», que también sería una metáfora. Se trata de encontrar a Dios únicamente en su actuación en medio del mundo y del hombre como Amor, donación y entrega a los hombres y las cosas, según quiere el concepto bíblico de Dios- Agape (pp. 59-60; 52-53).

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