PS_NyG_1965v012n002p0313_0337

314 «H O N E S T T O G O D » , U N L IB R O R E S O N A N T E industriales. Este hombre «moderno» será ahora una pequeña minoría en algunas regiones, pero es una minoría selecta, especialmente cali­ ficada, llamada a configurar la sociedad en un futuro próximo. Es ine­ vitable que la Iglesia se cuide con especial atención de los problemas religiosos que este hombre moderno plantea. No basta una actitud apologética y defensiva estilo antiguo, piensa Robinson. Ni una aco­ modación de formas y de lenguaje (pp. 18-20; 7-10). Hay que acome­ ter una revisión a fondo de lo$ conceptos básicos en que viene expo­ niendo el Mensaje cristiano desde siglos. En forma valiente, sin «pia­ dosas» condescendencias. La actitud defensiva no es siempre la más ventajosa para la fe. Advertimos que el libro de Robinson, aunque claro y bien ordena­ do, no es fácil ni para resumir ni para comentar: la forma ensayista, sugerente, insinuadora más que demostrativa de esta «exploratory theology» no permiten presentar las ideas en contornos tan nítidos, precisos y bien cortados como uno querría. 1. Una revolución que se nos impone (pp. 21-37; 11-28). Hace siglos que se ha superado la imagen ingenua de un Dios que estuviera físicamente «fuera» o «sobre» el mundo. Se le ha quitado a nuestra idea de Dios la trascendencia física. Pero nos encontramos en circunstancias en que es preciso dar por superada la misma tras­ cendencia espiritual y metafísica: la imagen de un Dios que estu­ viera «fuera de» o «sobre» el mundo en sentido espiritual y metafí- sico (pp. 23; 13). Tal trascendencia metafísica, espiritual sería tan mitológica y tan poco científica como la física. Esta negación de la trascendencia metafísica parecerá, a la casi totalidad de los creyen­ tes, como patente negación de Dios; una traición al Dios de la Biblia que cuenta siempre con esta forma de trascendencia. Sería más cómodo no emprender esta ingrata tarea, que puede re­ sultar tan dolorosa para el alma creyente, propia y ajena. Pero, hay que ser «honrados con Dios». Aunque de mala gana haya que em­ prender esta «reluctant revolution» (pp. 21; 11). Robinson no pretende ser original. Más bien quiere seguir la corriente ideológica de los teó­ logos protestantes P. Tillich, R. Bultmann y D. Bonhoeffer; presen­ tando con más claridad y más cercanía a los lectores no-teólogos las ideas que los mencionados pensadores expusieron en sus complicadas y «teutónicas» formas de expresión.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz