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330 «HONEST TO GOD», UN LIBRO RESONANTE cia, sea en forma científica y de cualquier otra forma? (pp. 80-91). Cabría preguntarse hasta qué punto cuenta Robinson con la Biblia y su modo de expresarse para proponer el contenido sustantivo de la revelación al hombre moderno. Es claro que Robinson tacha al len­ guaje de la Biblia de «supranaturalista» =mitológico-religioso», con la carga de sentido desfavorable que todo ello implica en el ’’Honest to God”. No quiere Robinson suprimir de un golpe estas formas de expresión. Todavia, para la mayor parte, son necesarias, imprescin­ dibles incluso durante tiempo y, desde luego, beneficiosas para su vi­ da religiosa sincera. El plantea el problema mirando al hombre «se­ cularizado» de nuestros días; que ahora forma una minoría, pero que es el más característico, el que más posibilidades tiene para el futuro y al que habría que atender con especial cuidado pastoral. El enjuiciamiento de la «tendencia Robinson» hecho por Schille- beeckx es muy favorable y abierto, hasta donde los principios de la teología católica lo permiten. En tensión de discrepancias el diálogo podría continuar. IV. UN EPILOGO PARA ESPAÑOLES No es posible reasumir ahora toda la problemáica del ’’Honest to God” e intervenir en el diálogo en forma directa. Tampoco es imprescindible. A través de la «Discusión-Robinson» y de la destaca­ da intervención que hemos concedido al teólogo católico Schille- beeckx el lector avisado se habrá dado cuenta de los puntos fuertes y débiles del ’’Honest to God”. Pero, aunque no sea imprescindible, tal vez sea pertinente alguna observación final desde un punto de vista más cercano a nuestra situación española. El problema básico planteado por Robinson es de índole pastoral: adaptación del Mensaje cristiano a la mentalidad, tal vez mejor sen­ sibilidad del hombre «secularizado» de nuestros días. Para ello Ro­ binson hizo una limpieza implacable de todas las adherencias histó­ ricos del Mensaje hasta descubrirlo en su formulación más originaria y menos comprometida por las intervenciones humanas. Hasta qué punto lo haya logrado es otra cuestión aparte. Del otro lado ha estu­ diado los rasgos espirituales más característicos del hombre «secular» a fin de que la presentación a él del Mensaje se haga por las aristas menos hirientes. El problema, en cuanto tal, también está muy vivo entre nosotros. La teología española tiene muy dolorosas experiencias en este aspec­ to. A fines del siglo pasado y primeros decenios del actual los mayores representantes de la cultura nacional eran hombres «secularizados»,

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