PS_NyG_1965v012n002p0313_0337

328 «HONEST TO GOD», UN LIBRO RESONANTE F. S c h i l l e b e e c k x , Neues Glaubensverstandnís. Honest to Robinson. Uebersetzt v. H. Zulauf. Matthias Grünewald-Verlag, Mainz 1964, 19 x 12 cms., 91 S. En esta segunda obra Schillebeeckx tiene en cuenta las discusio­ nes en torno al libro de Robinson : el «The Honest to God Debate» in­ glés y la «Diskussion» de lengua alemana, que ya comentamos, así como las intervenciones holandesas. Comienza por destacar la finalidad y la solución eminentemente pastoral y misionera del ’Honest tu God” : quiere ser una confronta­ ción de la fe cristiana con el pensamiento del hombre «secularizado» de nuestros días (pp. 11-17). Por tanto, nada de acusar a Robinson de propensiones ateas, sino reconocer el optimismo de su fe frente al mundo irreligioso de hoy. Dudar de la fe sincera y valiente del autor del «Honest to God» seria ser «poco honrados con Robinson». La au­ dacia de Robinson es digna de alabanza, aunque no se hayan de com­ partir sus ideas. La Iglesia católica también ha puesto en marcha un ambicioso y valiente plan de «ayornamiento» con Juan XXIII y el Vaticano II. El conservadurismo defensivo no es siempre la mejor táctica, si es buena alguna vez (pp. 11-26). Robinson en medio de la implacable limpieza que ha realizado, quiere salvar el núcleo germinal del kerigma del NT. ¿Cuál sería éste para Robinson? La revelación de Dios como Amor en el Hombre Je­ sús; con todo lo que ello implica para el concepto de Dios y las rela­ ciones divino-humanas. Este núcleo germinal que Robinson propone, bien podríamos predicarlo desde el pùlpito. Pero, una explicación o explicitación teológica es inevitable. No decimos la tradicional preci­ samente, pero alguna. ¿Es aceptable la que, al menos inicialmente, nos ofrece Robinson? (pp. 27-30). Una teología es irrealizable sin unas determinadas categorías y esquemas mentales y sin una subyacente teoría del conoci­ miento, más o menos conscientemente afirmada. Según la gnoseologia de Robinson no hay más realidad demostrable que la que nos demues­ tren las ciencias naturales por su procedimientos. Claro, en este sen­ tido Dios no es «realidad demostrable». Incluso carece de interés, de relieve el hablar de un Dios con entidad objetiva. El problema sería más bien: ¿Es la última realidad un «ser gracioso para mí» o es algo neutro? El en sí y para sí de Dios no interesa (pp. 33-37). Sobre la po­ sibilidad de la metafísica nada sabe Robinson, ni parece interesarle. Y, desde luego, para hablar con el hombre «secularizado» de nuestros días hay que dejarla totalmente de lado. Realidades «en sí» sólo pode­ mos afirmar las que nos descubre la razón físico-matemática. Las afir­ maciones teológicas nunca se refieren a lo que las cosas son era sí, sino

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz