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A l e j a n d r o d e v i l l A l m o n t e 327 del ’’H on est to G od ” . Tal vez él mismo no quería ofrecer más que in­ formes de esa «exploratory theology» que cultiva en su libro. Llegado a este punto de señalar la fe cristiana como cumbre del encuentro con Dios, Schillebeeckx hace ver que la religión cristiana no es más que la historia de estos encuentros personales directos en­ tre Dios y el hombre. En la Historia de Salud, se observa que Dios se comunica al hombre continuamente a través de las cosas terrenales y del hombre mismo, sobre todo; y sólo a través de las realidades te­ rrenas se deja encontrar por el hombre. La prueba más contundente de este encuentro del hombre con Dios mediante las cosas de este mundo, la tenemos en el Hombre Jesús, en quien lo divino y humano realizan su encuentro más amplio y hondo, y cuya Humanidad es el Sacramento universal de nuestro encuentro con Dios (pp. 52-72-75). Este encuentro Dios-hombre mediante las cosas y los hombres se ha­ ce constante e inevitable en la Iglesia, formada de hombre, y en los sacramentos, cosas terrenas, convertidas ambas realidades —el hom­ bre y las cosas— en instrumentos de la gracia. La exigencia conna­ tural a encontrarse con lo Absoluto lograría una insospechada satis­ facción en el plano de la fe cristiana (pp. 75-80). El encuentro per­ fecto, no obstante, hay que buscar en dirección vertical, ya que toda realidad terrena o humana no es más que medio para el contacto in­ mediato y definitivo. La dirección «horizontal» es indispensable en nuestra religiosidad; pero hay que completarla con la dirección «ver­ tical» donde la primera encuentra su último sentido y solidez. Schil­ lebeeckx insiste justamente en que nuestro acercamiento directo y personal a Dios nunca será legítimo, ni siquiera posible, sin que bus­ quemos y veamos a Dios en el prójimo. No sólo tenemos que encon­ trar a Dios en la Iglesia, en los sacramentos, en la liturgia, en la ora­ ción; sino también en la entrega y en el cuidado del prójimo en sus necesidades concretas y en su vivir terrenal (pp. 82-88). Y volviendo al fundamento último de las cosas, habría que decir que, esa falta de unidad entre la religiosidad «horizontal» y la «vertical» provienen en Robinson de su negación de la posibilidad de demostrar racional­ mente la existencia de Dios. En tal caso no será posible una legítima religión natural. El universo y el hombre pierden su íntimo sentido religioso; y nos quedamos colgados entre un fideísmo de religiosidad desmundanizada y ante la amenaza de la «religiosidad» puramente mundana del ateísmo humanista (p. 88-89). Schillebeeckx dialoga con Robinson desde el plano más elevado. Alguien podría juzgarlo demasiado teórico y abstracto. No creemos que lo sea. En todo caso nos parece eficaz y pertinente. Schillebeeckx volverá sobre el tema en una nueva publicación, para seguir más de cerca los razonamientos del ’’H onest to G od ” . 9

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