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A l e j a n d r o d e v i l l a l m o n t e 325 Desde el punto de vista de la teología práctica H. D. Bastían resalta la importancia que en el ’’H onest to G od ” se ha dado a los problemas que los laicos plantean en la Iglesia. Los problemas que con esta oca­ sión presenta Bastían a la teología de la predicación merece toda la atención de los interesados en estos temas. III. COMPRENSION Y RESPUESTA DE UN TEOLOGO CATOLICO No sabemos de nadie que se haya ocupado del ’ ’H onest to G od ” con tanta detención y tan a fondo como el teólogo belga E. Schillebeeclcx. La importancia de esta intervención de Schillebeekx nos ha movido a desglosarla del apartado anterior «Discusión en torno al ’’H on est to G od ”, aunque Schillebeeckx sea uno de los participantes de la dis­ cusión. E . S c h il l e b e e c k x , Personal Begegnung m it G o tt. Eine Anw ort an John A. T. Robinson. Uebersetzt v. H. Zulauf. Matthias-Grünewald Ver- larg, Mainz 1964, 19 x 12 cm., 94 S. Kart. 5,80 DM. Un valor incial del libro de Robinson es el haber dado expresión externa, sugestiva y clara, a una corriente ideológica que sublatía en el ambiente. Esto que Schillebeeckx llama ’’tend encia -R ob in son ” se caracteriza por la propensión a abandonar la orientación «vertical» de la religiosidad a favor de una orientación «horizontal». Ed. se busca la trascendencia de Dios no en dirección hacia lo alto, en la lejanía de las realidades terrenas, sino hacia lo terreno, hacia el ho­ rizonte humano y creado que nos rodea. Tendencia que, en formas más benignas, se puede apreciar incluso en ambientes religiosos ca­ tólicos (p. 24, 91 ss). La filosofía moderna ha subrayado el carácter «extático» de la li­ bertad humana, de la personalidad. Cuando la filosofía es cristiana ve en este camino la mejor posibilidad de acercarse a un Dios perso­ nal que la complete. Schillebeeckx considera justificado el afán de Robinson por subrayar este aspecto, tal vez preterido, del acceso hu­ mano a Dios: Dios es la base última de nuestro trato con las reali­ dades terrenas y con el hombre que nos perfecciona. Reconocer a Dios no es desconocer las cosas y al hombre, sino contemplarlas y amarlas desde lo más íntimo que ellas contiene, el Ser Absoluto que las hace ser (p. 32). Tiene razón Robinson al buscar a Dios en el trato con las realidades terrenas y en las relaciones interhumanas; pero fra­ casa al no concebir a Dios sino en función de estas relaciones inter­ humanas. No llega a hablarnos, con la nitidez suficiente, de un Dios

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