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3 2 2 «H O N E S T T O G O D » , U N L IB R O R E S O N A N T E Oímos, en primer lugar, la voz autorizada de R. Bu ltmann , uno de los grandes impulsores de las tendencias ideológicas que se reflejan en el ”H on est to G od ” de Robinson. Más que un comentario directo al libro de R. Bultmann expone algunas ideas para proseguir el tema de Robinson en torno al «concepto de Dios y el hombre moderno». El hombre moderno, desde hace cerca de un siglo, vive en la «creen cia» de que «Dios ha muerto», según frase de Nietzche; el viejo Dios de la tradición del cristianismo idealista protestante. A este ateísmo ha contribuido el progreso de las ciencias naturales, al excluir la «hi pótesis de D ios»; pero no es fruto exclusivo de esta mentalidad d e n tista (p. 106). Más bien cree Bultmann que el ateísmo procede del proceso de intensa «secularización del mundo», secularización que consiste en que el mundo es convertido en sujeto de la actividad del hombre y de su dominio técnico. La secularización afecta a todas las actividades humanas, en las cuales el hombre ya no reconoce ninguna instancia o poder superior a él mismo (p. 106). La misma religión cris tiana ha sido sometida a esta tendencia «sujetista» del hombre y pro puesta como un caso más, el mejor logrado, en el desarrollo de la religiosidad humana autónoma (p. 109). El hombre busca resolver sus propios problemas desligado del Dios trascendente; o si busca a Dios es como un paso hacia la comprensión de sí mismo y del mundo (p. 110). Esta forma de presentar a Dios como colmando las necesi dades del espíritu humano se sistematiza en el concepto que de «re ligión» ofrece Scheleiermacher y que combaten K. Barth, D. Bonhoef- fer y con ellos Robinson. En esta «religión», o mejor, en este «religio- nismo» se había perdido el verdadero sentido de la trascendencia tiene para el hombre. La trascendencia hay que buscarla en medio del mundo, no en la lejana eternidad, sino en la temporalidad. Dios tiene que ser reconocido como lo Absoluto en lo condicionado (p. 113). «La relación entre la fe y la mundanidad debe ser dialéctica» (p. 113). Ed., dejar al mundo siendo mundo aunque esté compenetrado de Dios. Esta visión dialéctica de la relación entre el mundo y Dios aleja el peligro de panteísmo. La fe en la trascendente presencialidad de Dios tiene una expresión paradójica, pero muy expresiva en la fórmula «trasformaciones de Dios» = «Wandlungen Gottes»: Dios no es la eternidad inmóvil y lejana, alejada de todo lo que está en el tiempo, sino más bien la absoluta temporalidad e historicidad; ya que Dios ha querido voluntariamente entregarse a la movilidad de un destino mundanal y hacer al hombre responsable de las trasformaciones que Dios recorre en este destino mundanal que eligió para Sí (p. 114 s). Esto puede sonarnos extraño; pero quiere indicarnos la orientación que debemos seguir para encontramos con Dios: lo encontramos en el mundo y en el tiempo, como la ultimidad de las realidades terre-
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