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E . R IV E R A D E V E N T O S A 295 tan fastidiosa siempre para el que vive más preocupado por los de­ beres que impone la virtud que por los derechos que hay que disputar frente al otro. Nos pareció más comprensivo para Séneca, R. Castejon Calderón, Filosofía jurídica de Séneca (C. I.), aunque no abordara el tema tan detenidamente. Hizo notar que Séneca, al subrayar con tan­ ta firmeza la unidad de todos los hombres, no es porque se sienta un apátrida, sino porque ve el mundo entero como una ’’humanitas” de la que todos formamos parte. También los esclavos. Para ellos tuvo Séneca sentimientos de respeto y palabras elevadoras. III. FILOSOFIA TEORICA Como dijimos en el apartado anterior, todo lo que estudia Séneca, lo estudia en orden a la Etica. Ello, sin embargo, no quiere decir que se desentendiera de la filosofía teórica. Los numerosos estudios que intentaron exponerla y aclararla prueban que su estudio es aún hoy muy sugerente. El italiano Benedetto D’Amore, Alia ricerca d’un principio uni­ tario nel pen siero e nell’opera di Seneca (C. I.), quiso, muy estilo to­ mista, hallar el principio que da unión a toda su concepción filosó­ fica. Es tal vez buscar lo que no ha pasado por la mente del filósofo. Es demasiado fragmentario y moralizante Séneca para un intento de radical sistematismo. La antropología de Séneca fue la sección de filosofía teórica pre­ ferida por los investigadores. Se explica por su conexión con la mo­ ral. L. Rey Altüna, La antropología de Séneca (VIII Sem.), intentó demostrar que Séneca en esta parte de la filosofía se mueve más den­ tro del dualismo platónico que en el monismo estoico y que, igual­ mente, es más axiológico que metafísico. Dentro de las actividades del alma subrayó la importancia de la «autognosis» en la dinámica del pensamiento senequiano, por ser ella la base del perfecciona­ miento del hombre. A. Muñoz Alonso, El conocim ien to en Séneca (VIII Sem.), penetró con intuición acerante en lo más íntimo del pensamiento senequia­ no al advertir que para Séneca no existe ese problema del conoci­ miento que nosotros nos hemos inventado para nuestro regusto in­ telectual o por mera rutina. Para Séneca el conocer no es mera cap­ tación de la conexión entre dos términos, sino la captación de lo más superior y más íntimo. Es un saber de sabiduría que penetra en la última concretez del ser. Por ello, el sabio no es el que, seducido por prejuicios diálecticos, discute de mil modos y maneras, sino el que tiene la sensación de lo real. De aquí su enemiga a la dialéctica de 7

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