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A L E J A N D R O D E V IL L A L M O N T E 20 7 un edificio que se va construyendo sobre Cristo como fundamen to, por la fuerza del Espíritu para gloria del Padre: «Sois cam po de Dios, sois edificio de Dios. Según la gracia que se me ha dado yo, cual sabio arquitecto, he puesto el fundamento. Otro construye encima» (I Cor. 9, 9-11). Este edificio de Dios es, na turalmente, un templo: «¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque santo es el templo de Dios que sois vosotros» (I Cor. 3, 16-17). La piedra angular de este templo es el mismo Jesucristo, sobre el cual «todo edificio armónicamente trabado se alza hasta ser templo santo en el Señor» (Ef. 2, 20-21). Dada la equivalencia real entre templo de Dios y Cuerpo de Cristo, Pablo habla expresamente de la «edificación» del Cuerpo como se hablaría del crecimiento del templo: El cuerpo glorioso de Cristo desde los cielos reparte a los hombres diversos minis terios, como son los de apóstol, profeta, evangelista, doctor y pastor, organizando así a los santos para la obra del ministerio, en vistas a la edificación del Cuerpo de Cristo, hasta el término a que debe llegar y nosotros en él... «a la madurez del hombre perfecto, en la perfecta edad, realizando la plenitud de Cristo... Viviendo en la verdad y caridad iremos creciendo en todos los sentidos hacia Aquel que es la cabeza, Cristo; por quien todo el cuerpo, bien concertado y trabado, recibe alimentos que le esti mulan y le hacen crecer, con el crecimiento propio de cada miembro en orden a su pleno desarrollo en la caridad» (Ef. 4, 11-16). Así, pues, edificar el templo de Dios, edificar el cuerpo de Cristo, crecer en la caridad son fórmulas siempre íntimamente unidas y en realidad equivalentes, para expresar el mismo pro ceso histórico salvífico que llamamos edificación. Los agentes o fuerzas que impulsan la edificación. — Hay que señalar, ante todo, la actividad el Dios Padre, cuya heredad y edificio somos los cristianos (I Cor. 3, 9). La actividad del cuerpo de Cristo como organismo vivo puede ser muy varia (Ef. 4, 7-16; I Cor. 12. 13. 14). Pero hay «un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, que actúa por medio de todos, que habita en todos» (Ef. 4, 6). Para gloria del Padre, en última instancia, se edifica y crece el templo del Señor, para ser mo rada de Dios en el Espíritu (Ef. 2, 21-22); como sabemos que
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