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204 P A L A B R A , C U L T O Y T E S T IM O N IO . pío tenía entre los judíos. El cuerpo resucitado de Jesús se trans­ forma en el templo donde mora sustancialmente la Divinidad (Col. 1, 19). El templo material de Jerusalén simbolizaba al pue­ blo elegido, en cuanto comunidad cultual convocada para glori­ ficar a Yahvé. Por consiguiente, la resurrección de Jesús, en que su cuerpo físico es reconstruido (revivificado) por la virtud del Espíritu, implica el comienzo de la edificación de un nuevo tem­ plo de Dios, cual es el cuerpo glorioso de Cristo, su cuerpo pneu­ mático y místico, que es la Iglesia. Jesús, al anunciar su desig­ nio de reedificar su propio cuerpo después de la resurrección, da a entender su decisión de edificar la Iglesia como templo espi­ ritual, comunidad cultual de los hijos de Dios para alabanza, acción de gracias, propiciación. Idea desarrollada en el conoci­ do texto de I Pet. 2, 4-10: «Aproximaos a El, la piedra viviente, desechada por los hombres, más escogida, preciosa a los ojos de Dios. Vosotros mismos, como piedras vivientes, prestaos a la edi­ ficación de un edificio espiritual, para un sacerdocio santo, a fin de ofrecer sacrificios espirituales agradables a Dios por Je­ sucristo. Porque se lee en la Escritura: «Ved que yo pongo en Sion una piedra angular escogida, preciosa y el que con fía en ella no será con fund ido». Para los que no creen, esta piedra es ocasión de tropiezo: «Mas vosotros sois una raza escogida, sa­ cerdocio regio, nación santa y pueblo de conquista para anun­ ciar las alabanzas de Aquel que os ha llamado de las tinieblas a su luz admirable 7. Rememorando sin duda la idea viejotestamentaria de Yahvé constructor de su pueblo, Jesús, en un momento importante de su actividad de pregonero del Reino de Dios, proclama, con mar­ cado énfasis, su intención de «edificar» su Iglesia, nuevo pueblo de Dios, sobre la a.utoridad doctrinal y disciplinar de Pedro, ro­ ca imbatible para los poderes del mal hasta el fin de los tiempos (Mt. 16, 13-19). Nunca dice Jesús que El, con su predicación «edifique» el Reino de Dios. Falta la palabra y la metáfora, pero la realidad 7. P uede com p letarse la idea con E f. 2, 19-22; I C or. 3, 9 ; 3, 16; H b. 3, 6. E l sím b olo d el tem p lo lleg a a su m á x im a expa n sión en el A p oc., ju n to con la id ea de la ciu d ad santa, la nu eva Jerusalén d e D ios. V éase el estudio teológico de C on gar, 1. c., p p. 239-275.

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