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A L E J A N D R O D E V IL L A L M O N T E 235 braciones litúrgicas. En ellas siente la epifanía y presencia siem­ pre renovada y renovadora del Señor. Allí es donde establece Dios su reino en la tierra. Sin duda hay otros momentos y for­ mas de la presencia del Señor, pero todo está centrado en lo cul­ tual y litúrgico. La palabra de Dios está integrada como parte de la liturgia, como una aclaración de la misma. La palabra no ha logrado la exuberante proliferación de formas extralitúrgicas con que cuenta el «ministerio de la palabra» en la cristiandad occidental. Igualmente la vida moral es estudiada y promovida continuamente como consecuencia de los divinos misterios en que el creyente ha sido introducido por la celebración li­ túrgica El cristianismo p rotestan te mantiene una perspectiva del to­ do divergente. La preponderancia de la palabra sobre cualquie­ ra de los otros elementos es del todo evidente. Es célebre y co­ rriente la calificación del protestantismo como «Iglesia de la Palabra», en contraposición a la Iglesia católica que sería la «Iglesia del sacramento». Los católicos tachan esta designación de incompleta. Por lo que se refiere al protestantismo, la desig­ nación pudiera ser más aproximada, dada la importancia absor­ bente de la palabra. La Iglesia, es para el protestante, una Co­ munidad convocada por la palabra para vivir en la fe. Por la palabra se establece la comunicación con Dios; en ella se en­ cuentra el creyente con Cristo. Solamente en la palabra, en la fe que ella provoca, se realiza la muerte y resurrección de Cristo. El sacramento está totalmente absorbido por la palabra ya que es únicamente una de sus formas: palabra hecha acción. El comportamiento cristiano también hay que verlo subordinado a la palabra de la fe. Todo comportamiento cristiano se conden­ sa en la entrega a Dios en la fe y se reduce, en última instancia, a vivir en la fe 39. 38. Un ejem p lo con v in cen te lo tenem os en N. C abasilas, La vida en Cris­ to, tra d. de B . R od rígu ez y L. G u tiérrez, edit. R ia lp , M ad rid 1951. Léase con aten ción la in tro d u cció n de los tradu ctores. 39. Puede verse la p resen ta ción d e P . A lth a u s, Grundriss der Dogmatik, G ü tersloh 1948, p p. 240-245; G . A u le n , The Faith of the Christian Church, SCM . P ress, L on d o n 1961, p p. 318-335; K . B a r th , sobre tod o en los vols. 1-1, 1-2, puede p asar com o clá sico « teólogo de la Palabra », ya que la P alab ra es la id ea cen tra l d e su Kirchliche Dogmatik, especialm en te en los vols. citados.

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