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234 P A L A B R A , C U L T O Y T E S T IM O N IO . creía el pregonero de la Buenanueva, ministro de la Palabra, se­ leccionado por Cristo para proclamar su misterio en todo el mundo. Todos los dones que Cristo y su Espíritu han dado a la Iglesia son apreciables en orden a la edificación (I Cor. 12-13-14; Ef. 4, 7-16). Pero él tenía el don especial de «pregonar a los gen­ tiles las riquezas del misterio de Cristo» por medio del Evan­ gelio «del que fui constituido ministro» (Ef. 3, 8 y 6). Para Pablo la Iglesia aparece, en primer término, como una Comunidad convocada por la Palabra de Dios y que vive de la Palabra en la fe y en la caridad. El pone el fundamento haciendo presente a Cristo por la fe, reproduciendo en el corazón del creyente la Pascua del Señor para llegar a la caridad. Lo demás que se haga por la Iglesia ya es «sobre-edificar». No hay que desconocer que al fondo de toda actividad apostólica de Pablo se encuentra la intención de edificar la Iglesia como Comunidad en el Amor; pero, Pablo quiere impulsar la caridad partiendo de la Palabra, como «ministro de la palabra». Naturalmente, se trata de un «verbum spirans amorem», según diríamos en nuestro lenguaje teológico posterior, «la fe que obra por la caridad» (Gal. 5, 6). A spectos de la Iglesia en la historia del cristianismo. — La distinción de matices, la pluralidad de perspectivas con que es considerada la Iglesia en el N. Testamento se ha prolongado y acentuado en la historia del cristianismo. Se ha llegado a con­ cepciones de la Iglesia muy divergentes, con frecuencia exclu- yentes y hasta irreconciliables unas con otras. Es indudable que, las diversas concepciones de la Iglesia, dan origen a diversos métodos básicos de pastoral y cura de almas. Y, a la inversa, la práctica prolongada, sistemática y preponderante de unos me­ dios sobre otros, destiñe sobre el concepto mismo de la Iglesia que se intentaba edificar. R esp ecto al cristianismo oriental, parece indudable la prepon­ derancia de lo cultual sobre los demás elementos. La actividad cultual puede ser extralitúrgica como en las grandes institucio­ nes monacales de Oriente. En ellas la vida contemplativa, de oración y meditación tiene importancia primordial. Y el monas­ terio se tomaba como símbolo de la vida eclesial perfecta. Pero sobre todo la actividad cultual es litúrgica. La Iglesia oriental se siente a sí misma como una Comunidad cultual, que lleva su vida a la máxima expansión durante los momentos de las cele

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