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2 3 0 P A L A B R A , C U L T O Y T E S T IM O N I O . sus está en el Padre y con el Padre en cuanto participa de la Caridad. Participación que se hace tan honda que llega a la identidad con el Padre: Es Hijo del amor (caridad=ágape) del Padre, hasta la consustancialidad, según expresión teológica de Nicea. Todo el vivir de Jesús, culminado en su Pascua, tiene va­ lor salvador y valor de aceptación ante el Padre en cuanto ex­ presión del amor-agape de Jesús al Padre y a los hombres 32. Cuando luego hablemos de la reproducción en cada hombre de la Pascua de Cristo, también tenemos que tener en cuenta esta ordenación y subordinación de la Pascua a la caridad. Los creyentes participan de la Pascua de Cristo por la palabra, por el sacramento; pero sobre todo por la caridad. Quiere decir esto que, la fe, la palabra, el sacramento reproducen la Pascua del Señor, su muerte y resurrección, como paso hacia la producción de la caridad: sólo cuando se llega a poner al hombre en cari­ dad áyáxr¡, es cuando se ha logrado la forma más perfecta de realizar la Pascua del Señor. En la medida en que uno esté en la Caridad en esa misma medida está en Dios, en Cristo y el Pa­ dre en él. Crecer en la Caridad. — Así es como hay que entender la importancia que Pablo concede a la caridad en la edificación del cuerpo de Cristo. Este crece en la caridad: Andando en la ver­ dad crecemos en la caridad para ser como Cristo. «El cual va obrando su propio crecimiento en orden a su plena formación en la caridad» (Ef. 4, 16; cfr. 4, 15; I Cor. 8, 1). La caridad que impulsa al crecimiento tiene aquí un sentido muy denso. Por una parte es, sin duda, la mutua caridad fraterna que los fieles han de tener unos con otros (cfr. I Cor. 13, 1-13). Por otra parte comprende la caridad que mana de Cristo, la Cabeza a cuyo im­ pulso crece todo el cuerpo (Ef. 4, 15-16). Como raíz última hay que pensar en la caridad, el Padre: El misterio de que habla to­ da la carta es el misterio de la Caridad-Agape del Padre (Ef. 1. 2. 3. 4). Todo el dinamismo de la Iglesia, todos los dones que re­ 32. Jn . 14, 31 ; Jn . 3 , 1 6 ; I Jn . 3, 16 ; 4, lz ; 4, 19 ; G a l. 2, 20. C fr. Spicq, ob. cit., I l l , p p . 198-201; V . W a rn a ch , ob. cit. esp ecialm en te p p . 529-549. «Q u od erg o C hristus volu it sic p ati p rocessit ex am o re in ten so fin is e t n os­ tri, qu o d ilexit n os p rop ter D eum », según sintetiza D em s E scoto (O x, 3, d. 2, q. ú n ic., n r. 11).

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