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2 2 4 P A L A B R A , C U L T O Y T E S T IM O N IO . La dependencia interna e inseparable entre la predicación de Pablo y su conducta apostólica quedó ya explicada más arriba. La conducta ejemplar de Pablo reproduciendo en su comporta­ miento la vida humillada de Jesús, es también una «proclama­ ción» de la fuerza del Evangelio para salvación de los hombres. Otra prueba de índole general la tenemos en el hecho de que la palabra tiene, como efecto directo, producir la fe en los que la oyen. Pero la fe, por una parte es la fe viviente que debe culminar en la alabanza a Dios (Rm. 10, 8-19). Además, es la fe que obra por la caridad (Gal. 5, 6). Por ella se hace presente Cristo, su muerte y resurrección, en cada creyente, continuán­ dose en su corazón. En el texto varias veces citado de los Hechos, también se nos mencionan juntos la palabra, los actos cultuales, la conducta ejemplar de los ñeles en la caridad, todo ello formando un gran testim on io, una predicación del mensaje ante los no creyentes (Hech. 2, 42-47; 4, 32-37). Para proponer nuestra idea más sintéticamente vamos a ana­ lizar el texto en que Pablo habla de la Cena del Señor. Es aquí, en este momento cumbre, donde encontramos presentes y obran­ do en acción conjunta todos los elementos o fuerzas que edifican la Iglesia: carisma, palabra, culto, comportamiento cristiano. Al congregarse la Comunidad para la Cena del Señor oye la pa­ labra de salvación, pregona las alabanzas del Señor, ofrece el sacrificio de la Cruz, come y bebe la Carne de Cristo sacramen­ talmente, reproduce en sí la muerte y resurrección del Señor, practica la caridad fraterna y espera la Parusía de Jesús: Es el momento cumbre y más denso de la vida de la Iglesia, el mo­ mento en que la labor de crecimiento y desarrollo del Cuerpo Cristo entra en el despliegue máximo de actividad. La Cena contiene una «proclamación de la muerte del Se­ ñor». No se trata simplemente de «narrar» la muerte y resurrec­ ción de Jesús. Ni ésta se hace presente meramente en la palabra en cuanto tal; sino que se trata de la reproducción sacramental de su muerte. Pablo ve en la presencia eucarística la culmina­ ción de su kerigma apostólico, que tiene por contenido a Cristo crucificado: «Siempre que comáis de este pan y bebáis de este cáliz anunciaréis la muerte del Señor, hasta que venga» (I Cor. 11, 26). Anunciar es aquí «proclamar, pregonar» según quiere

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