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A L E J A N D R O D E V IL L A L M O N T E 2 2 3 como comida y su sangre como bebida. A su vez la manducación sacramental no se realiza debidamente —espiritualmente— , si antes no se ha recibido la carne de Cristo en el alma por la fe. Jesús es manjar de vida cuando es recibido por la fe y cuando es recibido como comida verdadera. Pablo, personalmente, cuenta con la palabra como medio bá sico para edificar el cuerpo de Cristo. Pero, es interesante ob servar que los textos más significativos sobre la eficacia de la palabra para edificar la Iglesia, se encuentran referidos a un ambiente cultual. Recordemos a Rm. 10, 8-19, cuya importan cia «kerigmática» está bien clara. Pero, el fin a que es ordena da la predicación está dentro del ámbito de lo cultual: la ala banza de Dios. Para alabar a Dios como El quiere ser alabado, para eso es necesario creer en el pregón evangélico sobre la re surrección y muerte de Jesús: «Cerca de ti está la palabra en tu boca y en tu corazón. Tal es la palabra de la fe que predicamos. Porque si confesares con tu boca a Jesús por Señor y creyeres en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo... Pero ¿cómo invocarán a aquel en quien no creyeron? Y ¿cómo creerán en aquel de quien no oyeron? Y ¿cómo oirán sin haber quien predique?... La fe viene por la audición, y la audi ción por la palabra de Cristo». Más adelante, hablando de su quehacer como pregonero del Evangelio, Pablo utiliza un lenguaje tomado del lenguaje cul tual. Su predicación es un servicio litúrgico a Dios, «ejerciendo la sagrada función del Evangelio de Dios» = íepoupfoGvTa (Rm. 15, 16) al predicar se considera litúrgico de Jesucristo» (Xeixoup- fóv).El efecto de su predicación, la transformación espiritual de los fieles, los convierte a éstos en «hostia agradable a Dios» (xpoa- cjjopá) santificada por el Espíritu (ibid.). La predicación tiene un hondo sentido y destino litúrgico y cultual que Pablo tiene in terés en subrayar. Ya anteriormente hicimos alusión a la es pontaneidad y connaturalidad con que, en muchas ocasiones, las enseñanzas doctrinales de Pablo se transforman en una ple garia, un himno de alabanza y acción de gracias. Este hecho nos permite pensar que la predicación de Pablo, sus sermones se de sarrollaban en un ambiente cultual de oración y glorificación al Señor. Y así, por vía de hechos queda patente la unión entre el kerigma y el culto.
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