PS_NyG_1965v012n002p0199_0244

A L E J A N D R O D E V IL L A L M O N T E 221 valen para edificar la Iglesia los diversos carismas, según afirma Pablo (I Cor. 13; 14, 1). La vida santa de los cristianos, formando un templo espiri­ tual fundado sobre Cristo, ha de convertirse en una alabanza de Dios, pues para eso son el pueblo escogido, «para proclamar la grandeza de aquel que de las tinieblas os llamó a su luz admi­ rable» (I Pet. 2, 9). Sin emplear la palabra «edificación», tam­ bién Pedro propone la conducta ejemplar de la mujer cristiana como medio para propagar la Iglesia: «las mujeres están suje­ tas a sus maridos para que si algunos no se rinden a la palabra, sean ganados por el comportamiento de las mujeres, al obser­ var vuestro comportamiento casto, lleno de respeto» (I Pet. 3, 1-2). En la carta de Judas se exhorta a los cristianos: «Vosotros, amados míos, edificándoos sobre el cimiento de vuestra santísi­ ma fe, orando en el Espíritu Santo, conservaos en la caridad de Dios» (Jud. 20). Con frecuencia encontramos en Pablo la alusión a su con­ ducta irreprochable como medio de ayudar a establecer la Igle­ sia, de hacer más aceptable el mensaje que había predicado: Sin querer gloriarse más que en su fragilidad, sin embargo, Pa­ blo cuida de que su comportamiento apostólico sea también una proclamación de la verdad del evangelio. Por eso se hace todo para todos: débil con los débiles «para ganarlos a todos» (I Cor. 9, 22; ibi. 19-23). Así puede ofrecerse él como modelo para sus evangelizados: «Sed imitadores míos como yo lo soy de Cristo» (I Cor. 4, 16). La relación de esta ejemplaridad con la predica­ ción evangélica está clara en el contexto. Más claro aún en I Cor. 11, 1: su conducta irreprochable es para gloria de Dios y para utilidad de muchos, para que se salven (ib. 10, 31-33; 2 Tim. 2, 10). Pablo lleva continuamente en su cuerpo marcadas las seña­ les del Señor Jesús (Gal. 6, 17). Siempre ceñida a su cuerpo la mortificación de Jesucristo (2 Cor. 4, 7-18; 5, 1-4, cfr. 2 Cor. 15-11; I Cor. 15, 31). Con todos estos sufrimientos, aguantando una muerte prolongada y continua Pablo cumple una finali­ dad «apostólica»: «Ahora me gozo en mis padecimientos sufridos por vosotros, y cumplo, por mi parte, lo que falta de las fati­ gas de Cristo en mi carne por el bien de su cuerpo, que es la Iglesia» (Col. 1, 24). Pablo es testigo de Cristo con la Palabra que proclama, pero también con la vida entera. Todo cristiano debe

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz