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A L E J A N D R O D E V IL L A L M O N T É 217 reparación y expiación, en una palabra, al culto de la Divinidad. Las clasificaciones, entre nosotros corrientes, de culto interno y externo, público (comunitario-social) y privado, no están usadas en el Nuevo Testamento; pero se encuentran allí en forma im­ plícita. Por otra parte, son tan obvias que fácilmente podemos atenemos a ellas en un ulterior examen. Así, pues, el culto de que ahora hablamos hay que entenderlo en todos los sentidos indi­ cados. Si bien hay que admitir una jerarquía en las diversas for­ mas del culto. El libro de los H echos comienza por destacar el bautismo ad­ ministrado en nombre de Jesús como medio para que los hom­ bres se incorporen a la Iglesia y, por consiguiente, para que ésta crezca. El bautizarse implica un acto consecratorio y por tanto cultual 20. Se menciona también la vida de oración, el culto de los fieles en torno al templo, la fracción fraterna del pan como medios en que se manifiesta la vida de la Iglesia y por los que crece (Hech. 4, 32-36; 5, 13). Respecto a Pablo comencemos por indicar la importancia que la vida de oración tiene dentro de la acción y predicación evan­ gélica. Son frecuentes los pasajes en que sus escritos se trans­ forman en una plegaria. La normalidad y naturalidad con que pasa de la exposición de una verdad a la plegaria, nos hace pen­ sar que también su predicación oral hubo de estar intercalada de estos momentos de plegaria. En realidad Pablo nunca pro­ clama ningún gran misterio de su Mensaje sin que se sienta pro­ vocado a terminar con un acto de alabanza a Dios. Particular­ mente es interesante la forma hímnica que reviste la procla­ mación del «misterio de Cristo» en las cartas de la cautividad 2l. El misterio de la divina elección lleva inevitablemente a pro­ clamar la anchura y profundidad de la infinita sabiduría de Dios (Rm. 11, 33). Una más directa relación apostólica tienen las oraciones y plegarias que los fieles han de elevar a Dios para que se cumpla en misterio de su voluntad salvífica acerca de to­ dos los hombres en Cristo (I Tim. 2, 1 ss.; Rm. 12, 12; Flp. 4, 6; Col. 1, 9). Donde la palabra oral de Pablo no podía llegar, allí es- 20. W . B au er, WórtBzNt. «ovo|i.a», 1134, K i i t e l , ThWBzNt. «6vo|J.a», V , 242-281. 21. E f. 1, 2-14; 3, 14-20 par. E f. 6, 18-20; I C or. 1, 4-9; I T im . 1, 17.

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