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A L E J A N D R O D E V IL L A L M O N T E 213 Esta denominación se refiere al hecho de que, entre las fuer zas que colaboran a hacer crecer la Iglesia, ocurren más de ama ocasión en el N. Testamento, los carismas de que gozan las co munidades de fieles. Comencemos por recordar el texto clásico de Pablo ordenan do la actividad carismàtica de la comunidad de Corinto. Los ca rismas son la efusión del Espíritu de Cristo que llena la Iglesia. Mediante tales carismas es Dios Padre, Cristo y el Espíritu quie nes trabajan en edificar la Iglesia, por medio de operaciones, ministerios, carismas. El principio teológico que preside toda es ta actividad es la presencia del Cristo espiritual en la Iglesia para llenarla de vida. Por esto toda la actividad carismàtica ha de estar presidida por la idea de la unidad. Todo ha de orde narse a fomentar la caridad, el más sublime de todos los caris- mas (I Cor. 13, 1-13). Entonces es cuando puede lograrse que to do contribuya a la edificación (Ib. 14-26); si todo se hace «de corosamente y con orden» (ib. 14, 40). Cristo glorioso derrama sus dones sobre los hombres, «y él dio a unos ser apóstoles; a otros profetas; a otros evangelistas, a otros pastores y doctores; en orden a la perfección consumada de los santos para obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo» (Ef. 4, 11- 12) el cual «va obrando su propio crecimiento en orden a su ple na formación en virtud de la caridad» (ib. v. 16). Dentro de este elemento carismàtico hay que incluir los «pro digios y señales» que acompañan a la proclamación de la Pala bra. Pablo hace alusión a estos carismas en más de ima ocasión (Rm. 15, 19; 2 Cor. 12, 12; I Tes. 1, 5). En el libro de los H echos también cuenta con la Palabra como medio básico para fundar y hacer crecer la Iglesia; pero, la difusión de carismas, «los pro digios y señales» y, en general, la fuerza del Espíritu es insepara ble de la acción de la Palabra (Hech. 6, 8; 14, 3; 19, 11-12). La misma predicación de Jesús se presenta apoyada por este ele mento carismàtico de «señales» para poder producir fruto en los oyentes e instaurar el Reino de Dios (Hech. 2, 22; Mt. 5-7; Jn. 10, 25-38). Sin duda que esta fuerza carismàtica no es exclusiva de los primeros tiempos de la Iglesia. Sigue siempre en activo a la par 1. Elemento carismàtico.
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