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CARLOS BAZARRA 103 Y San Francisco de Asís se lim itó a dar a sus primeros discípulos un m anojo de frases evangélicas como norm a de vida. En la evolución de la vida religiosa se han descubierto los siguientes estratos de la obediencia, según se expone en el libro del P. Agu ilar: «1. Obediencia perfecta y omn ím oda a D ios; 2. Según el ejemplo, la enseñanza y gracia de N. S. Jesucristo; 3. Trasm itida por la Iglesia jerárqu ica a través de su triple po­ testad ; 4. Aplicada constan temente por el superior en nombre de la Igle­ sia, según su propia comprensión y aceptación del orden de la ca ­ ridad» 14. Y prosigue diciendo: «La obediencia religiosa se manifiesta como una obediencia a la Iglesia jerárqu ica en toda la extensión de sus poderes... De n ingún modo puede concebirse como una obediencia pri­ vada, más de tipo fam iliar que eclesial, que no podría ser n i propia­ mente cristiana ni sobrenatural. Es más bien la obediencia común cristiana a la Iglesia como representante de Cristo, llevada hasta la minuciosidad y la totalidad de la obediencia cotidiana y fam iliar» 15. Y K a rl Rahner precisa: «La obediencia en una Orden n o es por lo pronto obediencia frente a un m andato particular. Tampoco la dispo­ sición general abstracta frente a tales m andatos particulares. Es pri­ meramente el enlace duradero con una determ inada fo rm a de vida: el en lace a la vida con Dios ante la Iglesia. Se tra ta de una exclusi­ vidad del cuidado por lo que es del Señor, por cómo se agrada al Señor, por la espera del Reino de Dios que despunta en la gracia que viene de arriba como fo rm a de v id a ...» 16. M ás adelante llega a decir: «Quizás para llegar a ser obed ien te... no se deba siquiera encontrar en la obediencia nada especial, n i s i­ quiera pensar en ella, sino en la realidad a la que se sirve, sí, se sirve, porque merece todo servicio y todo amor, puesto que al fin y al cabo no es n inguna cosa, sino la persona sin m ás n i m á s: Dios» 17. La obediencia es, pues, el sometim iento a la pa labra de Dios, a la voluntad de Dios. La Iglesia, como depositaría infalible de la palabra y voluntad salvíficas divinas, exige ese sometim iento, en cuanto prolon­ gación del m ismo Cristo. A través de la Iglesia y de sus representantes, 14. S. A g u ila r , L a v id a d e p e r fe c c ió n en la Ig lesia , M adrid, C ocuisa, 1963, pp. 116-117. 15. O. c., p. 117. 16. K . R a h n e r, M a rg in a les s o b r e la p o b rez a y la o b ed ie n cia , M adrid, T aurus, 1962, p. 28. 17. O. c., p. 39.

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