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1 0 2 OBEDIENCIA «DIALOGADA» Y OBEDIENCIA «C IEG A » Es un presupuesto importante que conviene tener presente para la cuestión que nos ocupa. II) Carácter general de la Obediencia La etimología de la palabra latina, «ob-audire » , alude al acto de escuchar sum isam ente, lo m ismo que la expresión griega ú^ax«V¡ Los Orientales daban gran importancia al sentido del oído, y en la Sagrada Escritura escuchar y obedecer tienen entre sí una estrecha afinidad " . La palabra de Dios tenía que ser oída. El ponerla en práctica era un acto consiguiente a la audición. Aparece así desde el primer m om en to la obediencia en referencia directa a la palabra de Dios, a Dios en persona que habla. Es curioso ver cómo en las prim itivas legislaciones monásticas no se formu la de manera clara esta sumisión a la autoridad del Abad. Se hab la simple­ mente de obediencia perfecta al Evangelio. Y es que el consejo de obediencia, específicamente en cuanto tal, no aparece expresado como los de castidad y pobreza. En el actual Concilio Vaticano II, Monseñor Huyghe, obispo de Arrás (Francia) se hizo eco, en la 58 congregación general, de esta peculiaridad de la obediencia: «m ientras la castidad y la pobreza pertenecen a los consejos evangélicos en sentido estricto, la obediencia no corresponde — propiamen te— a un verdadero y pre­ ciso consejo evangélico formu lado por Cristo» 12. Santo Tom ás incluía la obediencia en 'e l seguim iento de Cristo: «Consilium obedientiae in - cluditur in ipsa Christi sequela : qui enim obedit, sequitur alterius vo- luntatem » 13. Tiene por tan to un matiz más general y abarca en algún modo a los otros dos consejos evangélicos. Por eso no tiene nada de extraño que en las prim itivas reglas monásticas aparezca sin más como obe­ diencia a la palabra de Dios. Y esta actitud bastaba. Cuando en el hombre existe verdadero espíritu de sometim iento, basta con la fo r­ mulación del ideal. Cuando se va perdiendo el espíritu, y los hombres se empequeñecen, también el ideal tiene que descender de su pedestal para concretarse en mu ltitud de normas concretas y particulares. San Agustín proclamó su célebre axiom a: «Ama y haz lo que quieras». 11. C f. P. Z o r e l l , L e x ic o n g r a ecu m N T , P arisiis 1931, en la p a la b ra òxaxoij y L e x ic o n H eb ra icu m , P arisiis 1940, en la p alabra «th cim a ’». c f . tam b ién L e x ik o n tü r T h e o lo g ie und. K ir c h e , la p ala b ra «G eh orsam ». 12. E ccles ia , 9 nov. 1963, p. 13. 13. 2-2, q. 186, a. 8, ad 1.

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