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no OBEDIENCIA «DIALOGADA» Y OBEDIENCIA «CIEGA» teñ o s, ver las relaciones de unos con otros, descubrir nuevos aspectos, e tc ... El teólogo, investigando las verdades de la fe, no pretende negar esta fe, sino conocerla m ejor y llevarla hasta sus ú ltim as consecuen­ cias. «Fides quaerens intellectum ». No hay por qué escandalizarse de esta inquisición teológica, la cual no sólo no es una irreverencia, sino que es un obsequio racional agradable a Dios, y una necesidad para el hombre. ¿Por qué en la obediencia nosotros no hemos de tratar de conocer m ejor su contenido, n o para discutirlo, sino para acatarlo m ejor? ¿Por qué si la pa labra de Dios, transcendente, podemos pro­ fundizarla e investigarla, no pedemos conocer la palabra hum ana para con formarnos m ejor con la mente del superior? Esta sería la verdadera obediencia dialogada, que no rechaza el precepto del superior, sino que se esfuerza por conocerlo mejor, con ­ formando su juicio, para cumplirlo más exactam en te. La respuesta de la Virgen M aría al ángel: « Quomodo fiet istud ?» 40, sería la ex­ presión de esta obediencia, que desea conocer lo que se le manda para realizarlo. Como la postura de Cristo en su obediencia a Dios Padre, que es de colaboración y pa rticipación : «Por esto el Padre me ama, porque yo doy mi vida... Nadie me la quita, soy yo quien la doy por mí mismo... Tal es el mandato que del Padre he recibido » 41. Además, siendo el superior, en cuanto hombre, lim itado, y sa ­ biendo que la acción del Espíritu se extiende también inm ediatamente a los súbditos, como hemos dicho antes, ¿por qué no adm itir esta con ­ junción y colaboración del diálogo en vistas a lo que se debe hacer? «La obediencia en una Orden religiosa — dice Rahner— n o es n in ­ guna obediencia de niños. Un superior no debería por tan to jugar al papá aventajado. E indudablemente en el m anejo diario del claustro aquí y allá hay maneras, traídas de antiguo, de comportarse supe­ riores y superioras, de relaciones de respeto, de secreto, de espectacu- larización de la supremacía, de apelación a una m ás a lta sabiduría, de irritante condescendencia y cosas parecidas, que poco a poco de­ berían dejarse de lado» 42. Puede haber casos en que una orden del superior nos resulte m is­ teriosa, porque la caridad o el secreto profesional le exija silencio absoluto sobre el contenido y la razón del precepto. En esos casos desear conocer todo el alcance de la obediencia sería intromisión inaceptable. Es cuando la obediencia ciega puede referirse no sólo a los obstáculos, sino al contenido de la obediencia m isma. 40. Le. l , 34. 41. Jn. 10 , 17-ia 42. K . R a h n e r, M a rg in a les ..., pp. 13-14.

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