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GABRIEL DE SOTIELLO 79 turalismo, donde «no había más Dios a.ue la cultura, y Hermann Cohén, su profeta» (I X , 560). Desde el punto de v ista histórico la realidad para la que se ha vivido, a partir de la edad media, sufre esta trayectoria: La edad m e­ dia vive para la religión. Dios constituía, como lo estableció el cris­ tian ism o, la realidad suprema, que daba sentido a todo lo demás. Se vivía, por tan to, para la religión, para Dios. En la edad moderna D ios va quedando al fondo del paisaje y la vida, sin esa instancia suprema, aparece pau la tinam en te seculari­ zada. El renacim ien to fue la época más irreligiosa de la historia. Lue­ go, con el idealismo y la ilustración, se crea un sucedáneo de D ios: la cultura. Es la época que perdura hasta nuestro siglo. Ortega cree que ha sido nuestra época la que ha sustituido la cultura por la vi­ da. Ahora ya no se vive n i para Dios n i para la cultura. La vida no necesita de n inguna de esas dos justificaciones. La vida pasa a ser el valor supremo, y los demás es preciso situarlos dentro de la vida, al servicio de la vida. «Se ha vivido para la religión, para la ciencia, para la moral, para la e con om ía ..., lo único que no se ha intentado es vivir deliberadamente para la vida» (III, 179-80). Se comprende que se resista a subordinar la vida a algo que en su día fue segregado por la vida m isma. Sería como inventar un ídolo y luego consagrarle la propia existencia. Si en los primeros años rin­ dió cu lto a la ciencia, en general a la cultura, muy pronto dejó de ser cuituralista y estableció otra escala de valores. Es la vida la des­ tinada a establecer una jerarqu ía entre los valores (III, 190). «Cuanto más lo pienso m ás claro me parece que la vida existe simplemente para ser vivida», y no para dedicarla al arte, a la ciencia, a la cul­ tura. Son esas realidades las que tienen que venir, hum ildes, a ofrecer sus servicios a la vida. ¿Permaneció ya definitivamente en esa postura? Me parece dudoso. Posteriormente insiste en la prioridad del yo, pero m ás bien en el sentido gnoseològico que en el ontològico. Es Dios el que adquiere el rango supremo de la realidad, aunque, naturalm en te, para que yo lo acepte tiene que hacerse presente en mi vida.. «Dios m ismo (a d - viértarse la expresión), para serme Dios, tiene que arreglárselas para denunciarnos su existencia y por eso fu lgura en el Sinai, se pone a arder en la retam a al borde del cam ino y azota a los cambistas en el atrio del templo, y navega sobre Gólgotas de tres palos, como las fra ­ gatas» (V II, 101). El tema de Dios. Ortega m ien ta a Dios con bastan te frecuencia, pero es expuesto tomar en serio todo lo que dice referente a El, ya que muchas veces

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