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GABRIEL DE SOTIELLO 97 lema m ás fértil que se ha inventado y el que m ás agudamente define la mente del hombre» (III, 561-2). Pero es verosímil que no llegó a ver que el problema podía ser sa tisfactoriam en te resuelto; porque siguió considerando que ser cató lico seguía siendo ima postura difícil y que el católico no es auténtico en algunos pun tos de su ser, porque quiere ser fiel a otra parte efectiva de su ser, que es su fe religiosa, además de tener que ser fiel a la de hombre moderno (IV , 212, nota). A los católicos les invita, más de una vez, a que «sientan el orgullo de su catolicismo». Y percibió en el catolicismo muchas superiorida des sobre todas las demás religiones, incluso sobre otras form as de cristianismo, concretamente sobre el protestantismo. Por ejem p lo, hablando de la comprensión que el catolicismo muestra por la rea lidad corpórea, escribe: «es una de las muchas (ideas) superiores del catolicismo sobre el p ro testan tism o... El catolicismo tira del cuerpo y del p lan eta todo h acia arriba». El catolicismo representa también , frente al protestan tism o, la viva conciencia de la dimensión h istórica que posee la religión no obstante su perdurabilidad. Las reservas y críticas que dirigió al catolicismo español no fueron por ser catolicismo, sino por las rémoras que arrastraba consigo en cuan to ibérico. El que había antes postulado un catolicismo nacional, se queja luego de lo que el catolicismo español tiene de defectuoso en cuanto nacional. Concretamente se lam en ta del poco interés del español culto por los problemas teológicos y culturales en general. Pero añade: «No se impute, pues, al catolicismo lo que es un defecto de curiosidad espon táneamen te ibérico... Nunca he comprendido có m o fa lta en España un núcleo de católicos en tusiastas resueltos a libertar el catolicismo de todas las protuberancias, lacras, rémoras exclusivamente españolas que en aquél se han alojado y deforman su claro perfil... Como yo no creo que España pueda salir decisivamente al altar mar de la h istoria si no ayudan con entusiasmo y pureza a la man iobra los católicos españoles, deploro sobremanera la ausencia de ese enérgico ferm en to de nuestra Iglesia oficial. Y el caso es que el catolicismo significa hoy, dondequiera, una fuerza de vanguardia, donde combaten mentes clarísimas, plenam ente actuales y creadoras. Señor, ¿por qué no ha de acaecer lo m ismo en nuestro país? (III, 518). Echa de menos el interés de los españoles por la Biblia. «Sospecho que en muy pocas casas españolas existe la Biblia. Los españoles son muy «religiosos», según oye uno decir todos los d ía s; pero si sólo ellos existiesen, Jehová se habría fatigado en vano inspirando su libro» (IV , 13). 7
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