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94 DIOS Y LO RELIG IO SO . En cuanto a la interpretación teológica que dio del m ismo, es cuestión distinta. A l principio interpretó el hecho de la Encarnación en sentido meramente simbólico, con un simbolismo social. Decir que Dios se h a encarnado equivale a decir que el hombre, por el simple hecho de serlo, posee un valor muy superior a las prerrogativas de talento, bondad, etc., que algunos privilegiados pudieran ostentar. La suprema grandeza de que un hombre puede gloriarse es la de ser hombre. Por eso nos dice que el individuo se diviniza en la colectividad, por entrar a formar parte de la colectividad hum ana. T a l es el sen tido de la (I, 520). La idea de Dios hallaría en su interpretación social el m áxi­ m um de reverberaciones. Por aquel tiempo elogiaba la interpretación laica que había dado Hegel del cristianismo, del símbolo cristiano. El cristianismo significaría una suprema valoración del hombre, ex­ presada en el símbolo de que D ios m ism o se hace hombre, humanización de Dios, del verbo haciéndose carne. «Antes que esto ocurriera sólo parecían estimables algunos individuos gen ia le s... Pero al encarnarse Dios la categoría de hombre se eleva a un precio insu­ perable : si Dios se hace hombre, hombre es lo más que se puede ser» Al fin de su vida el enfoque de este misterio aparece con matices muy diferentes. Y así nos hab la del «profundo sentido del misterio de la Encarnación, en que Dios, por un acto determ inado, concreto, de su voluntad — perm ítaseme decir que divinamente paradójico— re­ suelve humanizarse, esto es, hacer y padecer la experiencia de vivir en un mundo, de dejar de estar solo y acompañar al hombre» (I X , 209). En el primer texto la idea religiosa de la Encarnación es sólo el símbolo de la un ión que existe entre los hombres, porque «Dios es el cemento último entre los hombres, el aunador, el socializador: es com o un a lu ch a con elem entos que n o acab am os n u n ca de d om in ar. E n este sentido la « v ita beata-», n o es vida, sin o ... beatitud. H ay textos que ju stifican esta in ter­ p retación . D ice un o de e llo s : «L a v ita b e a ta » el día que se elabore u n a biología general su ficien tem en te am plia, qu edaría en cu ad rad a d en tro de ella co m o un a de tan tas form a s «p osibles» de vida». L a im pasibilidad, p or tan to, n o se refiere a su ex isten cia, sin o a que se le pu eda llam a r vida en sen tid o u n ív oco co n el d e la vida del h om bre en este m undo. C u a n d o h a bla del m u n d o de u ltratum ba le llam a «e l m u n d o d e la religión », p ara Irse al cu al es p reciso an te tod o m orirse (V II, 469, e n n ota ). E n o tro lad o n os h abla de los in con ven ien tes que ten d ría la inm orta lid ad «cism u n d a n a», sin toca r c o n ello p a ra n a da la trasm u ndan a. D e la inm orta lid ad d ice en o tro lugar que «se escon d e p rob lem á tica tras de nu estras p erson al e in tra n s­ ferible m u erte» (V III, 354, n ota ). T én gase en cu en ta que O rteg a co n tra p o n e de ord in ario lo «p ro b lem á tico» a lo «d ad o». E sto es lo que n o necesita p r u e b a ; lo p rob lem á tico n o es inm ed iatam en te eviden te p o r sí m ism o. P or eso es p rob lem a. P or lo m en os de las ú ltim as obras n o se p uede d ed u cir que niegu e la inm orta lid a d p erson al. T am p o co h a y u n a afirm ación cla ra de la m ism a.

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