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92 DIOS Y LO RELIG IO SO . s a ; pero, por lo m ismo, es discreto ponerse en guardia contra ella. No se achaque, por tan to, a Ortega, como se ha hecho, su desesti­ m a de la filosofía cristiana, como si ello implicase una desestima del pensar cristiano en sí m ismo. En su intención significó todo lo con ­ trario. Fue desestima por haber sido insuficientemente cristiana, por no haber sabido mantenerse rad icalmente fiel a la inspiración prim igenia y haber pactado con la visión mundanal de los griegos. La razón ú ltim a es ésta : el griego acen túa la suficiencia de esta rea ­ lidad mundana, en tan to que el cristianismo tiene una sensibilidad aguda para ver la ín tim a inconsistencia del mundo, su fragilidad on­ tològica. «El platon ism o no es en n ingún sen tido cristiano». En cambio la Iglesia, que pactó con la cultura griega en la edad antigua y en la media, ha vivido de espaldas a la cultura moderna, que en el fondo es m ás cristiana que la helénica. «La modernidad nace de la cristiandad» (V II, 387). Pero esa modernidad se dedicó a combatir al cristianismo y sustituyó la realidad fundam en tal del cristianismo, Dios, por realidades mundanas, como la cultúra. Con ello alejó a Dios y divinizó la ciencia. La aportación m á s importante del cristianismo fue el concepto que nos trajo de Dios. Los dioses de la religión griega están sobre el mundo, pero siguen formando parte del mundo. «El m ismo Dios he­ breo anda con el rayo y el trueno. Pero el Dios del cristianismo no tiene que ver con el rayo n i el río, n i el trigo ni el trueno. Es un Dios de verdad trascendente y extramundano, cuyo modo de ser es incomparable con el de n inguna realidad cósmica. Nada de él, ni la pun ta de sus pies, cala en este mundo, no es n i siquiera de este mundo» (V II, 385). Por esta razón el misterio de la encarnación es para el cristiano el misterio sumo, porque hace que un Dios riguro­ samente trascendente a l mundo se human ice, entre por un mom ento en la historia, habite entre nosotros. Pero el cristianismo, que hizo a D ios trascendente al cosmos, le hizo inm anen te al «fondo del a lm a». Y por eso el alm a, cuando se ha quedado sin mundo, liberada de él, cuando se h a quedado de verdad sola, en tra en comunicación con Dios. He aquí unas magníficas intu i­ ciones; pero que, como en otras ocasiones, deja flotar en una impre­ cisa vaguedad. Porque al fin no sabemos si D ios es algo m ás que el a lm a cuando se queda radicalmente sola. No sabemos el alcance de ese ser «inmanente al fondo del a lm a». El cristianismo ha dejado una im pron ta tan indeble en el mundo, que desde en tonces el hombre vive escindido. Por un lado ya no pue­ de, como los griegos, vivir la vida festivalmente. La insuficiencia m un

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