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GABRIEL DE SOTIELLO 87 Pero de los textos analizados hasta este momento, ¿podemos sacar la conclusión de que h aya dado el salto al Trascendente? Es lo que no hemos podido encontrar en n inguno de los pasajes aducidos >. Cómo es Dios. Es fácil espigar en diversos pasajes pensam ientos que nos orienten acerca de cómo pensaba Ortega a Dios. Lo que resulta a veces impo­ sible es determ inar si se trata de m era s alusiones, sin mayor com ­ promiso, como quien alude a los dioses olímpicos, o si in ten taba decir con ello lo que pensaba. En sus primeros escritos, cuando vivía en consciente ateísmo, cre­ yó que Dios, lo que se h a tenido por Dios, ten ía que ser algo carente de intim idad. Y así nos dice que un espíritu cuyas operaciones todas crearan verdad objetiva carecería de sujetividad, de morada interior: sería idéntico a la naturaleza, y por corresponder a Dios esta absoluta veracidad, se habría visto obligado Spinoza a identificarlo con aqué­ lla : «De donde sacamos la grave enseñanza de que Dios es el ser sin intim idad» (I, 445). Ortega evolucionó en esto y fue concediendo a Dios cada vez una mayor in tim idad. Lo concibe como la plena rea­ lidad. «Dios significa la plena realidad. Si Lucifer im agina ser como Dios, quiere decirse que presum ía dentro de sí todas las condiciones y todos los ingredientes para ser él la p lena realidad y no una realidad obligada a contar con otra superior, con Dios» (V , 468). El m ismo pensam iento hab ía expresado al decir que Dios no es medida de las cosas, porque supera toda medida. Es el ser «exuperantissimus». Según va perfilando cada vez con mayor perfección su doctrina sobre el hombre, va perfeccionando la idea que tiene de Dios. Si constituye una excelencia del hombre carecer de una consistencia estable y fija, ese m ismo atributo, y en grado supremo, llegará a atri­ buirle a la divinidad. Lo contrario sería rebajar a Dios al nivel de las cosas de la naturaleza. En este sen tido escribe: «Dios, un auténtico Dios, no tiene ser, consistencia estable y fija ; e s pura y absoluta vo­ luntad, ilim itado albedrío» (V , 531). Ni siquiera el principio de con ­ tradicción sería aplicable a Dios, porque esto implicaría robarle una 1. O rtega p a rece in clin a rse a id en tificar, en sen tid o h egelian o, a D ios co n un ab solu to que fu n d am en ta las realid ades inm ed iatas, las cuales qu edan desprovistas de verdad era au ton om ía . S i se tiene en cu en ta esta in terp reta ción , se com p ren d erá co n fa cilid a d tod o lo que escribe en esa le cción de «¿ Q u é es filosofía ?». Y al m ism o tiem p o se com p ren d e que D ios ap arezca orilla n d o cu a n d o se tra ta de la vida del hom bre. E se a b solu to fu n d am en ta la natu raleza del h om bre, su ser de cosa entre las cosas. P e ro n o es u n a P erson a que señ ale al h om b re u n cam ino. L a v o ca ció n del hom bre, su m isión en la tierra, b rota ú n icam en te del h om bre m ism o y n u n ca c om o u n a tarea que D ios le h a y a im puesto.

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