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GABRIEL DE SOTIELLO 85 trascendencia, aunque sí aparece un aprecio visible por la teología, la cual es «hablar de Dios, no callar de Dios». Creo que en este punto se puede advertir un cambio en el pen sa­ m ien to orteguiano. En los primeros escritos lo religioso no aparece como objeto de especulación, de concepto. Recordemos lo que ha dicho, que el contenido de las religiones es intrasferible. Ahora, por el contrario, com ienza a esperar mucho de la especulación de los teólogos. Se nota cada vez un mayor aprecio por la teología y por el Dios de los teólogos. «Yo creo que el alm a europea se halla próxima a una nueva experiencia de Dios a nuevas averiguaciones sobre esa realidad, la más importante de todas. Pero dudo mucho que el enri­ quecim iento de nuestra s ideas sobre lo divino venga por los caminos subterráneos de la m ística y no por las vías lum inosas del pensam ien ­ to discursivo. Teología y no éxtasis» (V II, 343). El anuncio de una nueva teo fan ía que se acerca es paralelo al lanzado en «Dios a la vista». Sin embargo en «Dios a la vista» descu­ brimos estas dos únicas actitudes ante D ios: la religiosa, consistente en fe, amor, plegaria, cu lto; y la intelectual, que allí aparece ún ica­ mente como filosófica. «La gran ciencia de Dios» de que allí se nos hab la aparece en un contexto apreciablemente diverso de este en que ahora nos hab la elogiosamente de la teología sobre todo si tene­ mos en cuenta que la teología en que ahora está pensando es la teo­ logía dialéctica de Karl Barth , m ovim ien to teológico que pretende tener muy poco que ver con la filosofía. Y a había observado Ortega la tendencia de la teología por liberarse de la jurisdicción que sobre ella había ejercido la filosofía (IV , 104-5). Tenem os un cam ino intelectual por el que marchar a la captación de lo que es D ios y ese cam ino e s la teología. Y de esa teología, que de hecho tiene por sostén la palabra m ism a de Dios, es de la que Ortega espera un enriquecim iento de nuestras ideas acerca de lo divino. Es arriesgado sacar conclusiones ulteriores sobre el particular. Aunque O rtega entiende por universo todo lo que hay , y en esta definición cabe Dios, naturalm en te, parece que reduce lo que hay a la realidad mundana, entendiendo por mundo lo que se entiende corrientemente. Otro pasaje importante es el que nos brinda uno de los capítulos de «El hombre y la gente». Alude aquí al juram en to, «el más solemne y grave decir, un decir religioso en que ponemos a Dios por testigo de nuestro decir». Voy a citar un texto un tan to extenso, pero que creo oportuno poner ín tegram en te para que aparezca todo e l pensa­ m ien to del autor. Dice a sí: «Mas lo peculiar de Dios es que al citarlo como testigo de esta nuestra relación con la realidad que consiste en decirla, esto es, en decir lo que es realmente, Dios no representa un tercero entre la realidad y yo. Dios no es nunca un tercero, porque

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