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84 DIOS Y LO RELIG IO SO . de ser fundam en tadora. Ese ser fundam en tal no es un dato, no está nunca presente al conocim iento, sino que es lo que fa lta a lo que tenemos presente. Empleando una term inología kan tiana podríamos decir que se trata de la cosa en sí, postulada por la realidad feno ­ ménica. Se trata sólo de emplear la «terminología» kantiana, no de llam ar kantiano a Ortega. Voy a citar aquí un texto de un teólogo actual, de K . Rahner, en que se nos hab la de un fundamen to de la unidad del mundo, y que creo responde a lo que Ortega pretende decir cuando busca el ser fundam en tal del Universo. Dice R ahn e r: «Aquel fundam en to de la unidad del mundo, que es difícilmente comprensible, pero muy real y en el cual todas las cosas se hallan ligadas unas a otras, y comu ­ n ican entre sí con anterioridad a su influencia dinám ica recíproca». Este fundam en to es de carácter m e ta físico ; pero no se puede identificar con Dios bajo pena de hacer a Dios inm anen te a este mundo. Ortega pasa por diversos p lano s: primero está el plano inm ediato de lo que vemos, sea en torno nuestro o en nuestro interior. Esto se destaca sobre un fondo más amplio, sobre el fondo de lo compresente. Esto compresente es el mundo. Y así llega a establecer esta ley gene­ ra l: presente algo, está siempre compresente el mundo. Pero luego se sitúa ante e l mundo, y ese mundo, como totalidad, nos rem ite a algo ulterior, fundam en tan te. Esto podría sugerirnos a Dios. Sin embargo no es así, porque mundo no es m ás que la suma o colección de esos primeros planos. El mundo entero es el con jun to de lo que nos es dado (V II, 332). Lo fundam en tal no es más que el trasfondo de lo dado. Nada más. ¿Cómo, entonces, sabemos de ese ser, si nunca nos está presente? Porque lo compresente, el lado de allá de la m anzana, puedo yo hacér­ melo presente sólo con darle la vuelta a la m an zan a : en cambio este ser fundam en tal nunca llega a sernos presente. Y la respuesta que da es que lo que de ese ser vemos es su ausencia: su modo de estar presente es fa ltar, estar ausente, lo m ismo que en un mosaico una pieza que fa lta la reconocemos por el hueco que deja. «De modo aná ­ logo, el ser fundam en tal es el eterno y esencial ausente, es el que fa lta siempre en el m und o ... Y hay que definirlo dibujando el perfil de la herida, describiendo la línea de fractura. Por su carácter de ser fundam en tal no puede parecerse al ser dado que es, precisamente, un ser secundario y fundamen tado» (V II, 333). De nuevo alude a que este ser fundam en tan te de la filosofía apa­ rece en la s religiones con el nombre de Dios. Y de nuevo n o s encon ­ tram os sin n ingún claro indicio de que se apunte a una auténtica

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