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GABRIEL DE SOTIELLO 83 Ahora comprendemos la simpatía que Ortega demuestra por la teología n egativa y el sentido que atribuye a la no definibilidad de Dios. «Definir es excluir y negar. Cuanto m ás realidad posee lo que definimos, más exclusiones y negaciones tendremos que ejecutar. Por eso la más profunda definición de Dios, suprema realidad, es la que daba el indo Yaynava lk ia : «Na ita, na ita », «Nada de eso, nada de eso» (III, 207). La totalidad en cuanto tal no es definible. Pero estam os encerrados en una totalidad cósm ica, la única que hasta aho ra parece reconocer Ortega. Sigamos avanzando. En «¿Qué es filosofía?» es donde aborda con mayor precisión y deten im iento el problema de la realidad fundam en tan te. Retorna el tem a de la insuficiencia del positivismo. No podemos contentarnos, como los positivistas, con lo que está ahí, con lo que nos es dado, por la sencilla razón de que, cuan to nos es dado es por su esencia m is m a un mero trozo o fragm en to. Y no podemos verlo sin echar de m enos la porción que le fa lta . En todo ser dado «vemos la herida de su mutilación ontològica, nos grita su dolor de amputado, su nos talg ia del trozo que le fa lta para ser completo, su divino descon tento» (V II, 330). Esto se nos hace patente lo m ismo si nos fijamos en el mundo externo que si detenemos nuestra m irada sobre nuestra realidad psí quica. Esta nos adelanta, nos pone delante, las ideas que actualmente estamos pensando, la emoción que sentimos, m ientras nuestro ser completo y efectivo queda al fondo del paisaje. Avanza luego en el análisis filosófico y nos sitúa ante el mundo mismo. Si cada cosa es sólo fragm en to y el mundo no es más que una colección, quiere decirse que el mundo entero, el con jun to de lo que nos es dado será también un fragm en to enorme, colosal, pero fragm en to y nada más. «El mundo no se explica tampoco a sí m ism o : al contrario, cuando nos encon tram os teóricamente ante él nos es dado só lo ... un problema» (V II, 332). El mundo no se basta a sí m ismo, no sustenta su propio ser, proclam a su n o -ser y nos obliga por ello a filosofar; porque filosofar es buscarle al mundo su integri dad. «Es el mundo un objeto insuficiente y fragm en tario, un objeto fundado en algo que n o es él, que no es lo dado. Ese algo tiene, pues, una misión strido sensu fundamen tadora, es el ser fundamen tal» (V II, 333). ¿Hemos llegado con esto a postular la existencia de Dios, de un Dios personal y trascendente al mundo? Creo que no. Ortega nos ha colocado sobre un trampolín , y desde él no sería difícil lanzarse a la afirmación de la divinidad. Pero él se ha quedado a medio cam ino. Lo que busca O rtega es completar el universo y lo que echa de menos es una parte de ese m ismo universo, aunque esa parte tiene el oficio
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