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48 F IL O S O F IA N E O E S C O L A S T IC A . fenómenos microfísicos, mientras un tercer grupo atribuyó la situa­ ción crítica producida a deficiencias en la observación y en el ob­ servador. El principio filosófico comprometido era, por supuesto, el de cau­ salidad en su aplicación concreta a la actividad de los agentes na­ turales. La reacción neoescolástica ante este estado de cosas fue múlti­ ple: algunos impugnaron, como un caso de extrapolación de compe­ tencias, la actitud de los científicos, a otros les impulsó a estudiar la naturaleza íntima de la causalidad o a determinar con precisión el sentido filosófico del llamado determinismo y su diferencia del concepto físico. Otros, más progresistas, han desplegado un esfuerzo notable por reexaminar las fuentes tradicionales de esta doctrina y sus aplicaciones potenciales, con objeto de hallar o repudiar defi­ nitivamente un nivel conciliatorio entre la consideración de la na­ turaleza a la luz de la ciencia del día y su imagen metafísica tradicional. Rehuyendo en lo posible todo andamiaje artificioso creemos pueden reducirse a tres las actitudes fundamentales reseñadas, desde las opiniones más rígidas y conservadoras a las que revelan una mayor apertura y sano progresismo, sin olvidar la obra Intermedia de los «concordistas»; ésta será también la pauta expositiva que sigamos. Y puesto que frecuentemente muchos pensadores manifies­ tan el mismo talante noético, expondremos tan sólo la opinión de algunos que tengan como el valor representativo prototípico de todo su grup'o. Al término «neoescolástico» lo damos, en fin, un sentido amplio. No se olvide que el lapso de nuestro estudio se cierra en 1960. Con ello puede quedar bien reflejada la posición general de la filo­ sofía neoescolástica en torno al p. i. durante aproximadamente treinta años. Por lo demás, no hay que imaginar una evolución men­ tal dentro de la Escuela paralela a la cronológica, pues ni faltan intérpretes «recienes» que condenen tenazmente cualquier aparien­ cia de indeterminación real ni entre los «primitivos» quienes aplau­ dieron en exceso el nuevo rumbo de la física. Es obvio, por último, dejar de lado a cuantos se limitaron a una mera repetición o exposición del p. i., sin critica personal *. 1. V. gr., T. De Dominicis, L ’indeterminazione della fisica moderna, en Bollet. Filos. 3 (1937) 203-210; P. Muñoz, Causalidad filosófica y determinismo científico, en Gregoríanum 27 (1946) 384-416; G. Martegani, Dal rígido determinismo al prin­ cipio di indeterminazione, en La Civiltà Cattolica (1938, III) 492-505 y (1938, IV)

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