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G E R M A N ZAM ORA D E T O R R A L B A 47 En lo concerniente al tema «principio de indeterminación y cau­ salidad» en Heisenberg bastarían para centrarlo sus propias pala­ bras: «Nuestro modo habitual de describir la naturaleza y, sobre todo, la convención general acerca de (la existencia de) leyes rígidas entre los fenómenos naturales descansa sobre la hipótesis de que sería posible observar los fenómenos sin influirlos notablemente. »Asignar una causa determinada a un determinado efecto carece de sentido mientras no sea posible la observación simultánea de la causa y del efecto sin la simultánea intervención perturbadora de su relación recíproca. »Pero generalmente, toda observación en física atómica comporta alguna perturbación finita y en parte incognoscible, tal como era de esperar en la física de los elementos mínimos. »Por tanto, la ley de causalidad, bajo su formulación clásica, en virtud de su mismo carácter, no puede definirse sino en sistemas cerrados. »Además, toda descripción de un fenómeno físico en el espacio y en el tiempo necesita observación; de donde se sigue que, por una parte, la descripción de fenómenos en el espacio y en el tiempo y, por otra, la ley clásica de la causalidad, representan aspectos de hechos complementarios y autoexcluyentes». Nada decimos de la interpretación de este principio por los físicos contemporáneos, por quedar fuera del objetivo de nuestra investi­ gación, aunque hayan influido sus opiniones no poco en las de los filósofos que nos preocupan. E L P R O B L E M A D E LA C A U SA LID A D . LA INTERPRETACION DE LOS NEOESCOLASTICOS La divulgación de esas ideas data de 1925-1927. Si para la ciencia física de los años 20 podían producir vértigo, para la filosofía no eran menos explosivas. Los neoescolásticos creyeron ver pronto el punto de contacto es­ tridente entre las nuevas ideas de la ciencia y la filosofía tradicional. Sin embargo, fueron más bien la confusión e interpretaciones a veces disparatadas de los físicos y aún más las de los vulgarizadores revo­ lucionarios de la nueva física lo que les movió a ocuparse de él. Suprimido el determinismo de la naturaleza, algunos científicos de mentalidad extremista no veían otra solución que la del puro azar o una libertad total en sus microprocesos. Otros, más moderados, ha­ blaron sólo de una cierta indeterminación real y profunda en los

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