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10 T E O L O G IA D E LA P R E D IC A C IO N E N S A N P A B L O lleva a la muerte, para los otros un olor de vida para la vida» (2 Cor. 2, 14-16). «Que si nuestro evangelio (predicación del evangelio) está velado, lo es para los que perecen, para los infieles, cuyas mentes ha cegado el dios de este mundo para que no vean resplandecer el evan­ gelio de la gloria de Cristo, que es imagen de Dios» (2 Cor. 4, 3-4; Cfr. Rom. 1, 16). L a p re d ic a c ió n es u n a te o fa n ia de D ios. Con esto llegamos a se­ ñalar la razón fundamental de las otras propiedades que tiene la pa­ labra de Dios predicada. La palabra es la forma fundamental y más universal de la reve­ lación de Dios. Cualquier otra manifestación de Dios al hombre va acompañada en forma inseparable de la palabra. Todos los momentos de la historia de salud en que Dios habla con especial solemnidad al hombre, la locución de Dios va acompañada de los rasgos inconfun­ dibles le una auténtica «teofania». Recordemos, por ej., la teofania del Sinai (Ex. 19, 20), la visión de Isaías ( 6 , 1-13), la anunciación del ángel a María (Le. 1, 26-38), las teofanías en la vida de Jesús (Me. 1, 9-13, par.) y finalmente la máxima teofania, pneumatofanía de Pen­ tecostés, en que el Espíritu se derrama sobre toda carne en forma de len g u a s de fuego, H e c h . 2, 1-42. El libro de los H e c h o s nos narra cómo a toda expansión de la palabra sigue una manifestación del Espíritu, vgr. Hech. 2, 1-42; 8 , 14-17; 10, 47. También Jesús inaugura su predicación en el ambiente de una teofania (Me. 1, 9-13 par.). Esto nos demuestra que, en todo momento en que Dios habla a los hombres por la predicación, tiene lugar una teofania, una irrupción de Dios en la vida humana para transformarla. La presencia e influencia de Dios se reactualizan en el momento de ser pregonado el mensaje de salvación. Ahora bien, vemos en las teofanías bíblicas que, allí donde Dios se aparece, todo debe ser trasformado: Las cosas cambian de funcionali­ dad y de sentido, y, por tanto, para la reflexión del hombre religioso, cambian de modo de ser. Sobre todo, Dios quiere irrumpir y de hecho irrumpe en la vida humana, colocando al hombre en una situación nueva respecto de Dios y, en consecuencia, respecto de sí mismo y de los seres todos. Lo mismo pasa en esta teofania que llamamos «pre­ dicación» o anuncio kerigmático del evangelio. Al ser interpelado por la palabra de Dios el hombre adquiere una «situación existencial» dis­ tinta ante Dios. Queda profundamente afectado por la palabra que le interpela. Si responde sí a la llamada de Dios y cree, queda justifica­ do. Si responde no , queda revelado su pecado. En cualquier caso ya no es el mismo, es «otro hombre» ante Dios, que es lo decisivo. Un hombre que, como Pablo, vive en la fe del Hijo de Dios (Gal. 2, 20).

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