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40 T E O L O G IA D E LA P R E D IC A C IO N E N S A N P A B L O de la Historia de Salud. Llegábamos más de cerca a esta presencia de Cristo al afirmar que la predicación provoca la fe y que, finalmente, engendra a Cristo en el corazón de los oyentes. Por fin, conviene recor­ dar que la predicación es una «cristofanía», es decir, una revelación, patencia y presentación de Cristo en nosotros. Vamos a ver cómo todas estas expresiones hay que entenderlas en su sentido más denso: como una auténtica presencialidad óntica de Cristo por la reproducción de su muerte y resurrección en el oyente. D iv e rs a s fo rm a s de « p re s e n c ia » de C ris to en sus c ris tia n o s . — La predicación no es la única forma en que Cristo se hace presente en su Iglesia y en sus cristianos. Cristo está presente en la oración de sus fieles, pues «donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mt. 18, 20). Pablo conoce, sobre todo, la presencia sacramental de Cristo en sus cristianos. Por el rito bautismal Cristo crucificado y resucitado se hace tan intensamente presente en el bautizado, que éste queda auténtica­ mente muerto y crucificado para Dios en Cristo y con Cristo (Rom. 6 , 1-11 par.). Lo mismo significan las fórmulas de estar en Cristo, es­ tar revestido de Cristo (Gal. 3, 27; Rom. 13, 14); sellados con su Espí­ ritu (2 Col. 1, 21-22; Ef. 1, 13-14) bebiendo su mismo Espíritu (1 Cor. 12, 13). Momento del todo privilegiado para revivir y reproducir en forma comunitaria y eclesial la presencia del Señor es la Cena, en que se proclama y se realiza la presencia de Cristo muerto y resucitado (ICor. 12, 23-31). Así pues, además de la Palabra —kerigiha que engendra a Cristo en los corazones por la fe— conoce Pablo la forma sacramental de reproducir en cada creyente la Pascua del Señor, su muerte y resu­ rrección. Podría preguntarse ahora por la relación que existe entre estas dos formas fundamentales de «presencializar» a Cristo, de reproducir su muerte y resurrección en el corazón del creyente. No podemos más que aludir brevemente al problema. Según quieren algunos, el bautismo es una participación en la muer­ te y resurrección de Cristo, según se describe con viveza en Rom. 6 ; pero no realiza esta participación sino en cuanto va imido y sostenido por la Palabra de la predicación y la fe que provoca. También la Cena del Señor hace presente al Cristo glorioso y reproduce la muerte del Señor hasta que venga. Pero, sólo mediante la palabra que allí se pronuncia, por la cual se «proclama» la muerte del Señor, provocando la fe en el oyente. La muerte y resurrección que reproduce es la que se verifica cuando el hombre cree. El sacramento existe, en alguna forma, en Pablo, pero hay que verlo plenamente inmerso y subordi

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