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A L E JA N D R O D E V IL L A L M O N T E 3? E n g e n d ra a C ris to e n los co razones. — Dado el intenso cristocen- trismo paulino ya era de esperar que el efecto de la predicación no pudiera describirse sin expresa alusión a Cristo. Efectivamente, las fórmulas anteriores, y más en concreto la obe­ diencia de la fe, es un nacimiento de Cristo en los corazones. Así nos lo dice en la carta a los Efesios: a Pablo se le ha concedido la gracia de ser dispensador del Misterio del Padre para que los gentiles, por la predicación del evangelio, entren en la salvación de Cristo; para que El «habite por la fe en vuestros corazones, enraizados y cimentados en la caridad» (Ef. 3, 17). Ya sabemos que Pablo por la predicación pone el fundamento de la Iglesia. Pero, en seguida nos indica que «nadie puede poner otro funda­ mento fuera del que ya está puesto, que es Cristo Jesús» (I Cor. 3, 11). Fundamentar la vida cristiana en Cristo por la fe: tal es el efecto salvador que produce la palabra de Dios que se pregona en la predi­ cación. Sobre este fundamento de Cristo viviendo por la fe en los corazones, bien cimentados y enraizados en la caridad, se puede seguir construyendo bajo impulso de la fuerza del Espíritu, hasta llegar a levantar un templo santo de Dios en el Espíritu. Tenemos otra fórmula muy expresiva en este sentido: Pablo se dice padre espiritual de los fieles a quienes predicó. «Pues aunque tu- viérais diez mil pedagogos en Cristo, pero no muchos padres; porque soy yo quien, por medio del evangelio, os he engendrado en Cristo Jesús» (I Cor. 4, 15). También había engendrado para Cristo en el corazón de los Gálatas, y ahora, al repetirles por carta su evangelio, «siente de nuevo dolores de parto hasta que se forme Cristo en vos­ otros» (Gal. 4, 19). P re d ic a c ió n y p r e s e n c ia » de C ris to . — Esta afirmación la venimos presintiendo en varios epígrafes anteriores. El término final de la actividad misionera de Pablo es hacer que Cristo —muerto y resuci­ tado— viva en el corazón de los hombres; de forma que ya no vivan ellos, sino que Cristo viva en ellos, como le acontecía a Pablo mismo (Gal. 2, 19-21). Por eso la predicación nos hace p re s e n te a Cristo, le pone en comunicación personal con el oyente. Más aún, por la predi­ cación se llega a ima situación de convivencia con Cristo, asimilando el creyente su f o rm a v ita e , que es la caridad. Veamos el significado que para Pablo tiene este hecho de que la predicación «presencializa» a Cristo para reproducir en el oyente su Pascua —muerte y resu­ rrección— . Ya veíamos anteriormente que la predicación no sólo viene de Cristo y habla de Cristo, sino que c o n tie n e a Cristo. La misma idea se ex­ presaba al decir que la predicación es una etapa en el proceso objetivo

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