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38 T E O L O G IA D E LA P R E D IC A C IO N E N S A N P A B L O cibieron de él, le verán, y los que nada han oído alcanzarán inteli­ gencia» (Rom. 15, 20-21). Aunque a la actividad misionera se le asigna la función de fu n d a ­ m e n ta r , sin embargo no pretende Pablo que, una vez fundada la Igle­ sia, la proclamación de la palabra de Dios pierda importancia, o pase a segundo plano. Poner fundamento es una expresión metafórica. La Iglesia es un edificio vivo que crece continuamente en la medida en que está en conexión vital con su fundamento. Así aparece claro en la aplicación de la metáfora del fundamento a Cristo (I Cor. 3, 11) sin el cual ningún fruto se puede producir (Jn. 15, 1-12). Otra metá­ fora de Pablo nos sugiere esta necesidad vital de la predicación: «Yo planté» (I Cor. 3, 6 ). La Palabra de Dios es semejante al grano de trigo que un hombre sembró en su heredad (Mt. 13, 1-24), un prin­ cipio vital de la Iglesia que ha de estar siempre en actividad para que ésta subsista. L a p re d ic a c ió n p ro v o c a la fe . — Profundizando este fundamento de la Iglesia que Pablo pone cuando predica, descubrimos que la Palabra de Dios funda la Iglesia en cuanto produce la fe en el corazón de los hombres. El texto clásico y claro en este sentido lo encontramos en Rom. 10, 8-20. «Cerca de ti está la palabra, en tu boca, en tu corazón. Tal es la palabra de la fe que predicamos». La fe que viene por la palabra es la base de toda religiosidad y del culto de alabanza que debemos dar a Dios (v. 9-13) (Cfr. Hb. 11). «¿Pero cómo invocarán a aquel en quien no creyeron? ¿Y cómo creerán en aquél de quien no oyeron? ¿Y cómo oirán sin haber quien predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Según está escrito: qué hermosos son los pies de los men­ sajeros de la Buenanueva. Pero no todos han obedecido a la Buena- nueva. Ya lo decía Isaías: Señor, ¿quién ha creído nuestra predica­ ción? Asi la fe nace de la predicación y de esta predicación es instru­ mento la Palabra de Cristo» (v. 14-17). Al principio de la misma carta había dicho que él había recibido la gracia del apostolado «para pre­ dicar, en alabanza de su nombre, la obediencia de la fe entre los pa­ ganos» (Rom. 1, 5). Así pues, el efecto salvífico directamente producido por la predica­ ción en el hombre es la fe. Naturalmente, hay que entender la fe en el sentido pleno y comprensivo en que la entiende san Pablo: Entrega total de la persona del hombre al Dios viviente y personal; la fe que obra por la caridad (Gal. 5, 6 ). Además se trata de la que es funda­ mento de toda religiosidad cristiana, ya que la fe que engendra la pre­ dicación ha de culminar en la alabanza y glorificación de Dios.

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