PS_NyG_1965v012n001p0003_0043

36 T E O L O G IA D E L A P R E D IC A C IO N E N S A N P A B L O sus momentos: Si Cristo no se encama, el Misterio del Padre no se revela. Pero, si Cristo no es p ro c lam a d o , también queda interrumpido el proceso de revelación del Misterio, aun realizada su muerte y re­ surrección en el hombre Jesús. El designio de Dios es que el Misterio se llegue a realizar en el corazón de los hombres en y por Cristo. Y precisamente este paso h a c ia e l co ra zó n de los h om b re s , es lo que se realiza cuando Cristo es pregonado, cuando es predicado. Pablo, en su visión religiosa-existencial de la realidad, no concibe un ser que no tenga, como constitutivo óntico suyo, la cualidad- exigencia a ser pregonado. No piensa en Dios ni en nada divino sin pensar en su «gloria», o manifestación. Por eso el Misterio del Padre tiene exigencia a ser pregonado. No hay misterio sin esta exi­ gencia, como nos es imposible pensar el ser de Dios sino es como un Dios para nosotros, comunicándose a nosotros. El Misterio es am­ bivalente : se da y se esconde, es difusión y trascendencia. Lo mismo Cristo. Necesita ser pregonado para completar su realidad sobrenatural mediante la inexistencia y presencialidad operativa suya en los hombres por la fe y la caridad. Por eso la comunidad de los hombres creyentes es el pleroma de Cristo, la plenitud de su virtua­ lidad dinámica, m is te rio s a y «señorial» (de Kyrios). Ahora comprendemos mejor la importancia que la predicación tie­ ne en la edificación del Cuerpo de Cristo, entendida ésta como un proceso objetivo de crecimiento «espiritual» de Cristo. Cristo ni llega a desarrollar la plenitud de su ser «espiritual» sino siendo «pregona­ do». Sin la predicación no llega a expandir la riqueza de su virtud «espiritual» en la adquisición de nuevos miembros, no llega a te n e r C u e rp o , a ser Iglesia. 9. L a a c c ió n s a lv ífic a de la p re d ic a c ió n . Desde el momento en que la predicación es «palabra de Dios», ya es normal que tenga la eficacia salvadora de la Palabra de Dios que da vida, santidad, justificación, reconciliación (cf. p...). La misma afirmación queda corroborada por el hecho de que la predicación «contiene a Cristo». Más aún, según acabamos de ver la predicación constituye un acontecimiento en el desarrollo del proceso o b je tiv o de la Historia sagrada de Cristo, es Cristo mismo en e s tad o de ser pre­ gonado. Con esto queda claro el puesto que ocupa la predicación dentro de la salvación (soteria) universal que se centra en Cristo. Es un mo­ mento objetivo de la gracia de Dios que es Cristo. Por ello la predi­ cación misma ya es también una gracia de Dios que nos salva. Pero, sin desglosarla de la gracia universal que está en Cristo, será nece

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz