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32 T E O L O G IA DE LA P R E D IC A C IO N E N S A N P A B L O y bronco (como muchos textos paulinos), pero cargado con la fuerza del Espíritu. Naturalmente, no se trata de «desapreciar» los recursos humanos de persuasión. Pasa como en Cristo: tomó forma de esclavo, pero de ahí no se sigue que su «humanidad» toda entera fuese despreciable. Simplemente era desproporcionada para los efectos grandiosos que Dios obró por medio de ella. Lo mismo en la predicación: puede lograrse una forma literaria perfecta; pero, aún entonces, serán una expresión pobre, insuficiente, prácticamente «desapreciable» en orden a los efectos sobrenaturales que va a producir: la conversión sobre natural del hombre en la fe y caridad. 8 . L a p re d ic a c ió n en la H is to r ia de S a lu d . Acabamos de llamar a la predicación una «cristofanía», una «apo calipsis» en que Cristo mismo, en forma de palabra alada, vibra ante los oyentes, penetra en los oídos de su corazón y habita allí por Ja fe y la caridad. Por esta razón hay que ver la actividad predicatoria como una prolongación dinámica, funcional, pneumática del ser de Cristo. Una etapa indispensable en el despliegue de sus virtualidades, que va desde la resurrección hasta la parusía. Una de las etapas por las que pasa el Kyrios-Cristo después de su primera proclamación en la resurrección, es esta otra: la de «ser-pregonado» en la Iglesia y en el mundo entero. Esta reflexión sobre la predicación como «teofanía-cristofanía» recibe nueva luz si consideramos el puesto que ocupa la predicación en la Historia de Salud. En realidad con esta consideración nueva, no nos apartamos en nada de la referencia cristocéntrica de la pre dicación, ya que la Historia de Salud toda ella no es más que la «historia sagrada de Cristo». Debemos tener en cuenta la coincidencia total de estas fórmulas y realidades: Historia de Salud-Historia sa grada de Cristo-misterio de Cristo que se revela. Ni tampoco se pier da de vista la finalidad de nuestra reflexión: ver la e fic a c ia de la predicación en orden a «edificar» el Cuerpo de Cristo, la Iglesia. Para comprender lo ancho y lo hondo de esta eficacia, nos es necesario ahora mirar el fenómeno de la predicación en toda la hondura teoló gica que se trasluce en los textos paulinos: un acontecimiento que hunde sus raíces en el amor eterno del Padre, el cual se nos revela en Cristo para nuestra salvación. Es ver la tarea de predicar «sub ratione Deitatis», como diría un teólogo actual. Generalmente concebimos la predicación como una explicación doctrinal sobre las verdades de salvación y sobre los hechos de la Historia de Salud. Como si en un momento dado se hubiera cumplido
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