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26 T E O L O G IA D E LA P R E D IC A C IO N E N S A N P A B L O 7. L a ■predicación y e l m is te rio de C ris to . A lo largo de nuestro estudio hemos señalado, en primer término, el hecho de que la predicación es un elemento o fuerza primordial en la edificación del cuerpo de Cristo. La razón de esta eficacia cons­ tructiva de la predicación hay que buscarla en el hecho de que la predicación es palabra de Dios, la cual es eficiente y creadora. Pero, la Palabra de Dios encarnada es Jesús el Cristo. En El se en­ cuentra la fuerza entera, la virtud de Dios operante en el mundo (I Cor. 1, 24). Por consiguiente, el tema de la eficacia y valor salvífico de la Palabra de Dios no puede tratarse adecuadamente ni en forma concreta, si no se completa la categoría abstracta de palabra de Dios, por la realidad histórica de Cristo. Con esta explícita referencia cris- tocéntrica, esperamos descubrir la razón más inmediata y convin­ cente de la virtualidad que la predicación tiene para e d ific a r el cuer­ po de Cristo. La razón es esta: la predicación sagrada contiene a Cristo, fuerza de Dios. Es una energía divina que viene de Dios en Cristo, habla de Dios en Cristo y conduce a Dios, a la glorificación de Dios por Jesucristo. Más aún, la predicación es una de las formas en que se revela Cristo, un auténtico estad o de C ris to en trance de revelarse a los hombres y hacerse presente en ellos. Cristo «prego­ nado», en estado de kerigma, es una de las etapas del desarrollo histórico salvífico del Cristo glorioso desde la resurrección hasta la parusía plena y definitiva. Siguiendo a san Pablo, hay que hundir el pensamiento en las profundidades de la eternidad para ver allí la unión íntima que existe entre el ministerio apostólico de la predicación y el misterio de Cristo: Hay un «misterio», una decisión amorosa y secreta, escon­ dida desde la eternidad en el corazón del Padre. Es la decisión (mis­ terio) de salvar a todos los hombres en Cristo (Ef. 1-2). Este mis­ terio no podía quedar oculto y el Padre mismo se encargó de prego­ narlo en Cristo, en su resurrección, en su triunfante entrada en los cielos, para manifestar la sobrepujanza de la grandeza de su poder (Ef. 1,19-23). Al encarnarse en Cristo el «misterio» del Padre, se con­ vierte por ello mismo en misterio de Dios en Cristo, que también tiene exigencia de ser difundido y pregonado para salvación de los hombres. Y en este momento de la Historia Sagrada, en esta etapa del «misterio de Cristo» se ve a sí mismo Pablo elegido desde la eternidad para la revelación en él de su Hijo Jesús (Gal. 1, 15-16), «Por causa de esto, yo, Pablo..., si es que habéis oído la economía de la gracia de Dios (que me Jfue dada en iorden a vosotros, y es que por revelación se me dio a conocer el misterio, según os lo acabo de describir en pocas palabras... (de este misterio de salvación en Cristo) fui cons

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